Últimamente, se dice y se repite algo que ha dicho Juan Roig, presidente de Mercadona: que cada vez hay más bazares chinos porque practican la cultura del esfuerzo. Roig también ha dicho que España es un país de derroche. Lo de los bazares chinos me desagrada más que la otra cuestión. Porque, veamos, ¿qué ocurre de verdad en los bazares chinos?
Lo que más notamos desde fuera es el horario, que es largo. Generalmente, un bazar chino abre unas 15 horas al día, por redondear, 7 días en semana. Eso quiere decir que están incumpliendo la ley, ya que lo normal es que abran en domingo. El pequeño comercio no abre en domingo porque sus dueños sean unos vagos: cierran en domingo porque es ilegal y no quieren arriesgarse a la multa. Las panaderías, los kioscos, y los demás negocios que pueden abrir legalmente en domingo siempre lo hacen. No es una cuestión de esfuerzo: es una cuestión de ley.
Además, no sé en qué condiciones laborales están los trabajadores de un bazar chino, pero para empezar, es obvio que son emigrantes. Eso te deja sin una red social protectora que casi siempre tienes en tu país. No es esfuerzo: es que no tienes más remedio.
La calidad del servicio es, por lo general, muy baja. Muchos dependientes no saben español. Es difícil que te contesten cualquier pregunta sobre lo que venden, para empezar por la barrera del idioma. No es frecuente que acepten las devoluciones, ni siquiera de lo defectuoso, aunque depende de la tienda.
La calidad del producto es casi siempre muy mala. ¿Le tienes cariño a algo comprado en las chinos? ¿Hay algo comprado en los chinos que has podido usar durante años sin que se te rompiera? Yo tampoco.
Los bazares chinos venden mierda de usar y tirar dando un mal servicio al cliente. Eso no es cultura del esfuerzo. Eso es que los españoles estamos haciendo la vista gorda a un colectivo que no cumple las leyes sobre comercio minorista, y que además estamos dispuestos a comprar muchas cosas que se van a romper rápido. Eso sí es derrochar.