Estos días, debido a que los políticos han decidido que tienen que reducir gastos, y que los sitios que les parecen más adecuados para gastar menos dinero son la educación y la sanidad, la comunidad educativa ha planteado una serie de formas de protesta, casi todas ellas simbólicas.
Entre los profesores, la que más se comenta es la de una especie de huelga de celo: cumplir estrictamente nuestro horario laboral, unido a no realizar actividades extraescolares. Esto es algo contra lo que mi alumnado ha protestado enérgicamente, mucho más de lo que han protestado contra los recortes en sí. En fin. Se fijan en lo que les resulta más inmediato.
La verdad es que ante la propuesta de huelga de celo yo me veo ante un dilema. El año que viene, quiero animarme a dar clase utilizando una metodología más práctica, más creativa, más colaborativa, en la que (entre otras cosas) seguiremos usando el libro de texto pero solamente un 25% del tiempo. Pero para eso, tengo muchos deberes que hacer en verano. Es un dilema un poco tonto, pero ¿protestar contra quienes me bajan no sólo el sueldo sino lo que es peor, me quitan recursos educativos, o preparar un curso realmente bueno para el año que viene… desde casa, en mi tiempo libre, con una colección de recursos que he tenido que conseguir yo?
No lo pienses más; no debe existir ningún dilema: hacer nuestro trabajo bien o bien. Si nos pagan las horas extras, como a cualquier trabajador público o privado, estaremos dispuestos a realizar todas las actividades extraescolares del mundo, y algo más de propina. Y ten en cuenta que el principal problema no es hacer más horas de la cuenta, sino soportar la pobre consideración que la sociedad tiene del profesorado. Si eso no cambia, el profesor está obligado -partiendo del cumplimiento de su obligación- a recordar a toda la sociedad lo que hace y cómo lo hace.
Siento mucho lo del feminismo de este blog. Un saludo.
Sergi