Hace algún tiempo, me prestaron un libro sobre aikido, un arte marcial que nunca he practicado. Este libro indicaba de distintas maneras que nunca se termina de aprender, y que quien por motivos de edad o salud ya no puede practicar diversas técnicas puede practicar otras, o ser profesor, o profundizar en la teoría, la historia o la filosofía del aikido.
Y entonces participé en una de las catas organizadas por la tienda Té y Té de Sevilla. Son unos cursos generalmente divididos por países, a veces por tipos de té, y en éste del que os hablo degustamos tés japoneses con una mínima explicación-ejemplificación de la ceremonia del té. Gloria nos enseñó que hay dos ceremonias del té: la corta y la larga. La corta acompaña a una pequeña cantidad de dulce, y la larga puede acompañar a una comida completa con varios platos y puede durar varias horas. En Japón hay mucha gente que se dedica al estudio de la forma larga aunque no tengan intención de ofrecer una. Simplemente, es una adquisición de conocimiento por sí mismo. Esto es relativamente frecuente entre los japoneses aficionados a las artes tradicionales: algunas se están perdiendo, y las que se conservan, se están transformando en hobbies porque los japoneses valoran la maestría y el conocimiento por sí mismos.
En Occidente, el valor del conocimiento por sí mismo ha estado en lucha con el valor práctico de los conocimientos desde hace algunos siglos y está claro que el valor utilitario o económico salió ganando. El terreno de mi vida en el que más veo eso es entre las bailarinas de danza oriental, que se preparan para una actuación, o para ser profesoras, más que para ser, simplemente, la mejor bailarina que puedan llegar a ser. No conozco a casi ninguna bailarina que baile bien sin tener intención de profesionalizarse.
Buscar la maestría – casi se me escapa ahí «buscar la perfección», y no se trata de eso. Buscar la excelencia requiere de una mezla de constancia,  humildad, optimismo, y placer en lo que estamos aprendiendo a la que no estamos acostumbradas. Pero merece la pena que pensemos en ello, y que lo intentemos.

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