Mi madre siempre ha celebrado el día del libro como si fuera Navidad o el cumpleaños de un miembro honorario de la familia (la biblioteca, claro). Tengo recuerdos borrosos de Días del Libro cuando yo era muy, muy chica. Como mi madre salía del trabajo un par de horas antes de que mi hermano y yo saliéramos del colegio, iba al centro, y compraba libros para ella y para nosotros. Ese día, llegar a casa a comer era como una segunda parte de la mañana de Reyes. Mis padres no nos hacían regalos fuera de ocasiones señaladas, y mi cumpleaños es en diciembre, así que esos libros eran aún más especiales por lo extraordinario de la ocasión.
Años más tarde, mi madre esperaba a la tarde del 23 de Abril o al fin de semana más cercano para llevarnos a mi hermano y a mí de librerías. Ahora leo más en pantalla, y me paso la vida leyendo pedacitos, pero no devoraría libros como lo hago si no fuera por mi madre. Ahora nos recomendamos libros. Yo le digo cuáles de mis novelones victorianos le pueden gustar y ella me persiguió hasta que me leí Falsa Identidad de Sarah Waters. Que mi propia madre me dé a conocer a Sarah Waters es una buena medida de lo estupenda que es (¿cuántas madres recomiendan a sus hijas novelas de amor de escritoras lesbianas militantes?).
Mañana es el Día del Libro, y yo me voy a pegar tres horitas de carretera no para comprar libros simplemente, sino para comprarlos con ella.¿Qué le puedo recomendar hoy? Hace años, traduje para ella este pedacito deThe House on Mango Street de Sandra Cisneros:
Siempre nos dijeron que algún día nos mudaríamos a una casa, una casa de verdad que sería nuestra para siempre, y que no nos tendríamos que volver a mudar de año en año. Y nuestra casa tendría agua corriente y las tuberías funcionarían. Y por dentro habría escaleras de verdad, no para llegar a la casa, sino escaleras dentro de la casa, como en la tele. Y tendríamos un sótano y por lo menos tres cuartos de baño, para que cuando fuéramos a bañarnos no tuviéramos que avisar a todo el mundo. La casa sería blanca con árboles alrededor, un patio enorme y césped, pero sin verja. Papa hablaba de esta casa cuando tenía un billete de lotería, y Mama hablaba de la casa cuando nos contaba cuentos antes de ir a dormir.
Y un haiku:
La biblioteca
como hijas queridas
todos mis libros.