Nací con predestinación nómada. Todos mis abuelos, y mi madre (mi padre, curiosamente, no) fueron emigrantes. Nací en una ciudad, eché a andar en otra, aprendí a leer en la siguiente. Pasé la adolescencia cerca de lo que siempre pensé que era el punto origen, y nunca me sentí tan fuera de lugar como esos años.
Entré en la universidad y me dio por viajar, a veces poco tiempo y a veces instalándome en ciudades nuevas. Con becas, con mochila, con trabajillos de camarera, viví en dos ciudades europeas, visité media docena más, y le dije a un amigo escocés que todo lo que necesitaba para sentirme como en casa era una ciudad con río, zonas verdes, y cafeterías.
Al empezar a trabajar, mi alumnos me preguntaban de dónde era, y yo contestaba que era de donde hay un bar donde me sirven “lo de siempre”.
Ahora que paso todos los recreos en la biblioteca del instituto, algunos alumnos y yo tenemos una rutina para que me traigan el café de la cafetería. El dueño tiene una curiosa distinción entre “leche manchada” (leche con una gota de café), “manchado” (lo que en cualquier otro bar sería una leche manchada fuertecita) y “café con leche” (Apenas distinguible del manchado, pero con algo menos de leche). Algún alumno de pulso firme va a la cafetería, me pide “un manchado” y me lo traen a la biblioteca, con el azúcar ya vertido, y me lo bebo en el banquito del pasillo para dar ejemplo. En la biblioteca no se come.
Un día, le pedí a una niña que me trajera otra cosa, porque no tenía ganas de café. Fui a hacer una llamada de teléfono, y cuando volví me encontré un manchado. Vaya, se habrá equivocado la niña. Una semana más tarde, tenía ganas de leche manchada, y mandé con el encargo a una chiquitaja de 1º de ESO. Volvió con un manchado y cara de agobio. “Maeehtra, que dice el del bar que me he equivocado y que esto es lo que tomas tú. Es lo que él me ha dado”. Así que ya estoy donde debo estar: en mi biblioteca, donde hay un bar donde me sirven lo de siempre.
Apátrida
me sirven ‘lo de siempre’
y aquí me quedo.
Querida, la introducción es maravillosa, pero el haiku es genial. Me siento muy como tú, será cosa de filóloga:)