Un pequeño repaso en fotos cutres a la biblioteca de mis amores:
Aquí, llena de público. Abro los recreos de lunes a jueves; los viernes teóricamente no abro, pero Los que están de pie me están ayudando a clasificar. Obsérvese el café a medio beber en mi mesa: todos los días me lo trae algún alumno porque si no, a mí no me daría tiempo de desayunar.
La visión opuesta, un día más tranquilo. A mi derecha hay una ventana. No siempre es suficiente luz natural porque estamos en el bajo y en una zona siempre a la sombra.
Este año hemos tenido dos donaciones de importancia. En esta foto, está la de la librería Libros Libres. Fueron un encanto. Yo les envié una lista de nuestras necesidades, buscaron durante algunas semanas, y mis padres lo recogieron todo cuando estuvieron de vacaciones en Madrid, para que no tuvieran que enviarlo por correo.
Casi toda la sección de poesía; son cuatro estantes en total. No se ve muy bien, pero se nota que se depende mucho de las donaciones (libros gratuitos, muchísimo Juan Ramón Jiménez procedente de una fundación, poesía novel publicada por la Consejería de Cultura) y una consecuencia de ello es la falta de poesía internacional.
Esta foto ilustra uno de los problemas de las vitrinas acristaladas: el riesgo de accidentes. No se puede pasar por el pasillo formado por sillas y mesas si hay cristales abiertos.
Los carteles que había antes de llegar yo estaban donde tenían que estar… y entonces yo moví los libros, pero los carteles aún no. De todas maneras quiero sustituirlos por algo dibujado por los alumnos.
Este es mi orgullo y mi tesoro: los cómics. Ahora mismo hay algunos prestados. Casi todo es una donación que con gran generosidad nos hizo Astiberri. Toda la serie «Bone», que gusta en 1º de ESO. Pyongyang, Blankets, un poco de teoría de Scott McCloud… vaya, calidad.
Todo lo que hay en esta foto excepto el equipo de música y los cuadernos rosas del estante central es basura. Un trabajo a veces desagradecido pero muy necesario en una biblioteca es el expurgo; hay que revisar que lo que tienes está entero, está actualizado y es útil. Una biblioteca escolar tiende peligrosamente a convertirse en un almacén de libros que nadie quiere ni necesita, y aunque dé pena, a veces es necesario liarse a llenarun contenedor azul. Aparte de otros momentos puntuales a lo largo del curso, hace poco dediqué casi un día entero a separar los libros de esta foto del resto.
La bibliotecaria anterior hizo un gran trabajo de catalogación de fondos. Estas dos baldas de aquí son todo lo que me queda por catalogar y podré hacerlo antes de que acabe el año, para dedicar el curso que viene más a animación a la lectura y menos a tareas administrativas.