A menudo se intenta justificar determinados modelos de familia con la excusa de que son naturales o inevitables. Una muestra de que esta supuesta “naturalidad” de las familias no lo es tanto es la diversidad para resolver la cuestión de qué hacer con los viejos. Algunos ejemplos: en China, la familia tradicional estaba montada en torno al respeto a los más viejos, sobre todo los hombres, pero eso se esta desmoronando. En la India, las viudas son un estorbo. En Occidente, dependiendo del país se van a una residencia. Los británicos que conozco pasan mucho tiempo solos, y valoran su independencia. ¿Y aquí? Varía bastante, y lo que mejor conozco es la situación andaluza.
En una familia andaluza, puede variar si la persona con más autoridad es el padre o la madre. Lo que no varía tanto es que hay un vínculo fortísimo entre madres e hijas. Si hay varias hijas, puede que a la más mayor le endosen el rol de “la responsable” y la pequeña sea “la niña” para siempre. Pero una cosa que está clara es que las madres y las hijas tienden a estar muy unidas. Esta unión se hace muy evidente cuando la hija heterosexual se empareja: en circunstancias normales, ninguna andaluza quiere irse lejos de su madre. Los hombres tampoco, la verdad, pero si el novio es de Villagrande y la novia es de Villachica, la novia hará lo que sea para vivir en Villachica. ¿y por qué? Porque quien va a ayudar en los problemas domésticos iniciales y en el momento clave en el que lleguen los bebés va a ser la madre de la novia. Las abuelas paternas, hasta donde yo sé, se inhiben. Miman, juegan, visitan, pero no cambian pañales ni hacen de canguro habitual si hay abuela materna.
En otras palabras: la madre andaluza, que ha creado un fuerte vínculo con su hija, trata a los hijos de ella como unos nietos más auténticos. En parte es por lo que dicen los refranes: los hijos de mis hijas, mis nietos son; los hijos de mis hijos, puede que no. Hijo de mi hija, mi nieto. Hijo de mi hijo, quién sabe. El hijo de mi hija, mi nieto será, el de mi hijo, Dios lo sabrá. Y por otra parte, es un seguro de culo limpio. Yo te ayudo a cuidar a tus bebés, y tu me vas a cuidar a mí y si hace falta, a tu padre, cuando yo sea vieja. Los hombres quedan al margen, porque aquí si algo está claro es que los hombres no limpian culos.
Entonces, el orden natural de las cosas es ése: el cuidado (sólo el cuidado, nunca el poder) se transmite por vía matrilineal, lo que tiene algunas ventajas. Es medianamente sostenible: los cuidados marchan adelante y atrás en las generaciones y en teoría, cuidar de tus hijas, que son un recurso propio, no externo, te garantiza cuidados cuando seas dependiente. Es kármico, y para esto también hay refranes. De tus hijos solo esperes, lo que con tus padres hicieres. Hijo eres y padre serás; cual hicieres te harán. No es frecuente, como en otros lugares, que se estimule que una hija quede soltera para cuidar de los padres. Es cohesionador: amplía la red de cuidados más allá de una generación, reduciendo la inseguridad e indefensión de la mujer recién independizada, o madre primeriza (siempre está el problema de que madre, suegra, gine, pediatra y amiga te van a dar cinco opiniones diferentes, eso sí).
Hasta aquí, todo bien, con un par de problemas fundamentales: qué pasa si no hay hijas, qué pasa si las hijas no dan nietos. Y otro día os hablo del síndrome de la abuela esclava. Pasemos a otra cuestión. Entra en escena la cuñada (o nuera): la pareja del hijo. Esta mujer, evidentemente, tiene una madre y a toda una familia detrás, y consciente o inconscientemente, sus planes incluyen coger a su novio y barrer para casa. Para la madre del hijo, la nuera oscila entre una aliada poco fiable y su peor enemiga. Una cuñada siempre es una extraña, una intrusa, en el mejor de los casos, y en el peor, una mala de cuento con la capacidad de dividir familias.
Y esto, ¿por qué? En parte por machismo. No es un hombre que pueda aportar dinero, poder o protección. En una cultura machista, una mujer con una posición económica o social superior a la del novio es irrelevante, o humillante. En cuanto a virtudes domésticas, no aporta nada a la casa porque es una extraña y no se espera de las nueras que sean cuidadoras. Y además, la nuera está bajo sospecha de querer “secuestrar” al hijo. Es decir: se lo llevará a vivir cerca de sus padres, para que su madre la ayude, y continuar con su propia cadena de cuidados. Ello va a influir en aspectos como el calendario de vacaciones y fiestas: los padres de ella tienen prioridad en cumpleaños, navidades, etc.
Una nuericuñada puede tener razones para llevarse bien con su familia política: malas relaciones con la propia, que su pareja esté muy unido a los suyos, que le caigan bien y piense que por qué no, o simple sentido de la justicia. Nunca se espera que las nueras entren en la cadena de cuidados, así que su rol debe ser distinto al de la hija: lo más sencillo y lo mejor que puede hacer es dejar que los nietos estén disponibles para los abuelos, y demostrar que es una buena cuidadora de su pareja. También es posible la amistad con sus cuñadas, y en menor medida sus cuñados.
Para concluir, en los últimos años tenemos una novedad con la mejora de la aceptación social de las parejas homosexuales. Será interesante ver, en unos años, cómo se recibe a yernos y nueras de parejas del mismo sexo en las familias andaluzas.
Esto empezó en una conversación por twitter. Gracias a @vorticemarxista, @yourspanishman, Clara, @anitaruiz77 y @xiscally.

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