Los espacios segregados, que a veces se llaman con eufemismos como «diferenciados», han existido siempre: lugares sagrados sólo con sacerdotes o con sacerdotisas, o con adoradores hombres o adoradoras mujeres. Lugares donde se ejerce el poder, también: donde las mujeres no pueden ejercerlo, o tienen prohibida la adquisición de conocimientos, se crean espacios masculinos: el Consejo de Ministros, el Parlamento, la Junta Directiva, la Universidad, el cuartel. Espacios segregados de facto, donde las mujeres no tienen prohibida la entrada pero son mal recibidas y no se las anima a entrar. El bar. El estudio de grabación. La nave espacial. No son espacios creados para que los hombres estén tranquilamente solos sin mujeres, es decir, lugares que buscan «crear comunidad masculina». No, son lugares donde se hacen cosas, de los que se ha excluido a las mujeres. Unos más que otros, depende del momento y el lugar.
Luego están los espacios femeninos donde los hombres no tienen acceso. En muchas culturas pero no todas, el paritorio. La cocina. El convento. La escuela de niñas. Son muy pequeños, pero abundantes, y se caracterizan por no ser espacios de poder.
Cuando las mujeres salimos del espacio doméstico, no tenemos más remedio que incorporarnos a los lugares masculinos, porque al entrar en el espacio público desde cero, sin ningún poder adquirido, crear lugares-espejo de los lugares de poder masculino es menos efectivo que invadir el espacio masculino, y en ocasiones, imposible. Hay una escala de lo efectivo y lo posible: no es lo mismo crear una empresa 100% femenina siendo mujer, que crear una Universidad, que crear un Parlamento.
Así pues, ¿qué interés pueden tener los espacios segregados en la situación actual de Occidente? Tenemos igualdad ante la ley y libertad de movimientos, más o menos. Sólo por argumentar, veamos cuáles pueden ser las ventajas de un espacio exclusivamente femenino.
1. La protección: suponer que donde no hay hombres no se van a dar agresiones de tipo patriarcal (agresiones sexuales, hipervigilancia del aspecto físico de las mujeres, preferencia por las virtudes estereotípicamente masculinas, etc.) Este es un error bastante ingenuo, y a cualquiera que desconozca el papel que pueden tener las mujeres en la opresión de otras mujeres le recomiendo «Leer Lolita en Teherán», «Persépolis», o «El Mito de la Belleza», o cualquier biografía de mujeres poderosas que cuente como trataban a sus subordinados. Sí que es verdad que bien cuidados pueden hacer que nos sintamos más seguras. No estarlo, sino sentirnos.
2. Poder hablar y ser escuchadas. Es verdad que en un grupo donde hay hombres, incluso si son minoría, hablan más, interrumpen más, se les escucha más. A veces apetece estar un rato en un grupo que no da ese pequeño extra a nadie. Pero luego hay que salir ahí fuera a contarle al resto (hombres, mujeres ajenas al grupo) lo que se ha estado cociendo dentro. Si no, ¿para qué?
3. Poder hablar de «cosas de mujeres» o de cosas que no quieres hablar delante de hombres. Temas como salud sexual y reproductiva, crianza de los hijos, o feminismo, en mi opinión no deberían dejar a los hombres fuera por sistema. Al final, hablar sin hombres delante quiere decir que se va a hablar de hombres. El cotilleo es un excelente lubricante social. Lo cual está muy bien, si es sólo un rato.
Por lo tanto, y mientras no encontremos más razones, vemos que los espacios segregados pueden ser un mal necesario mientras vivamos en un patriarcado. Dan sensación de seguridad y protección, eliminan a un grupo que tiene el privilegio de que si ellos hablan se les escucha más, y favorece conversaciones que suelen ser privadas. Para que sean efectivos, lo que se trabaje en el espacio segregado luego hay que difundirlo fuera, aunque sólo sea que ha cambiado para mejor tu estado de ánimo.
También hay que tener en cuenta que los espacios segregados tienen que tener una política muy clara de inclusión a las personas trans* para que puedan participar sin problemas donde por justicia les corresponde. Reducir la cantidad de espacios segregados es una manera de facilitar la inclusión trans*, y de quien no responden a una división de género binaria.
Ahora mismo hay un espacio segregado muy visible: los gimnasios femeninos. Su existencia me sorprende, porque un gimnasio no es un espacio de poder en absoluto. Donde se practica un deporte, sí, pero un gimnasio, no. Un lugar donde se practiquen deportes puede ser hostil, pero las agresiones vienen de quien tiene poder: los entrenadores. Hay muchos casos, desgraciadamente, de entrenadores que han abusado de sus alumnos y alumnas. Por lo tanto, en un gimnasio femenino, si se crea un vínculo emocional fuerte con el preparador físico, la vulnerabilidad sigue ahí, quizá más intensa cuanto más asimétrica sea la relación, pero en cualquier caso el problema no son los compañeros.
¿Comunicación? Los gimnasios no son, que yo sepa, tampoco un lugar de comunicación. Acudimos a uno a seguir instrucciones. Lo mismo ocurre en una escuela deportiva. En fin, que los gimnasios femeninos no dan ninguna ventaja respecto a los mixtos, más alla de que como son franquicias, son muy visibles y usan métodos de trabajo estandarizados.
Pero se explica observando las webs de estas franquicias. Aquí ímágenes de portadas:
femgym 4 femgym 5Y ahora, de otras páginas de las webs:
femgym 6 femgym 8 femgym 1femgym 7 femgym 2 femgym 3Es fácil darse cuenta de varias cosas. La primera: son centros para la pérdida de peso. Las webs, después de textos como los insertados, añaden una lista esquemática de beneficios del ejercicio físico, como para salir del paso. Pero están pensados para lograr objetivos (véanse las menciones de «efectividad», «resultados») y el objetivo principal es perder peso.
Además, el ejercicio físico se ve como una tarea compleja, tediosa y amenazante. Lo más repetido es que los métodos son sencillos. Empezar una tarea nueva, como ir al gimnasio por primera vez, puede ser un poco intimidante, pero no complicado. A la posible clienta se la trata como a una niña pequeña, que no sabe lo que necesita, que está allí por necesidad pero no realmente por su propia voluntad. El ejercicio físico no es un placer en absoluto.
Se insiste en que las sesiones son breves. De nuevo, el ejercicio no es un placer, y no estamos en el gimnasio para disfrutar, aprender habilidades nuevas, conseguir fuerza física o hacer vida social. No: vamos a conseguir los beneficios a posteriori de la actividad física, y por eso se presumo de que este esfuerzo físico en sí va a ser corto. Sesiones de media hora es la norma, en circuitos prediseñados.
Y ¿por qué hacer todo esto en espacios segregados femeninos? ¿por qué no utilizar idénticas salas de circuitos en los gimnasios mixtos? Pues a mí me parece que para evitar que seamos, horror, gordas en público. Porque podemos hacer dieta en público: abstenernos de comer es una acción virtuosa. Pero el ejercicio físico en público es un desafío. Además de que sienta bien a la salud y nos pone fuertes, supone aceptar que a veces somos torpes, sudamos, adoptamos posturas poco fotogénicas. Y que estar mona no pasa por casualidad. Así que algunos listos, viendo que hay mujeres a las que desgraciadamente les da vergüenza hacer ejercicio físico en público, en lugar de formar a preparadores físicos sensibles a nuestros problemas, nos han dado otro lugar donde escondernos.
En conclusión, el gimnasio femenino es otro espacio de opresión. Como el servicio de señoras, la peluquería, o la reunión de tappersex, es otro lugar en el que disimular que la feminidad es una construcción y que tenemos una tercera jornada laboral para estar atractivas.

2 comentarios sobre “Espacios segregados, 1: Introducción, y gimnasios.

  1. No podría estar más en desacuerdo con esta entrada. En mi vida había ido a un gimnasio, y decidí ir a uno para ganar peso. Sí, ganar. El que tenía al lado de casa era casualmente un gimnasio femenino (el 30minutos), pero no vi ninguna razón para no acudir a él, ya que yo no iba a ir al gimnasio a ligar (como alguna amiga sí que me ha comentado que hace en los mixtos. Igual podría haber ido a ligar con una chica, pero como digo no iba a eso). Para una persona que empieza de cero, el ambiente era excelente. No te abandonaban en máquinas para que tú descubrieras qué hacer, al contrario, las preparadoras te enseñan y te dan mucha caña. Que algo sea sencillo no significa que no sea duro, muy duro. Yo conseguí mi objetivo, además de que salí con la autoestima muy reforzada por todo lo que había aprendido y sintiendome muy bien porque me notaba fuerte y con más energía. Fue una de las mejores decisiones que he tomado. Muy liberador. Decir que ir a un gimnasio femenino es ir a un «espacio de opresión» es ridículo, es no haber ido nunca a uno y querer opinar desde el sillón y desanimar al personal.

  2. Pues yo he estado apuntada a un millón de gimnasios distintos y sí que estoy de acuerdo con la entrada. Para empezar, es raro ver una gorda en un gimansio. Así de claro. Gordos tampoco, ojo. Y en general las chicas cuidan mucho qué ropa llevan al gimnasio. Nada de la camiseta cómoda y los pantalones de chandal. Todo esto, no es por nada, pero acojona un poco cuando eres la gorda del gimansio que va a entrenar con cualquier cosa. Por eso existen los gimnasios femeninos: porque a muchas nos da corte ir a un gimnasio normal (bueno, a mí a estas alturas ya me la refanfinfla ser la única gorda del gimnasio, pero ése es otro tema).
    Luego está lo de la sala de máquinas. En la zona de pesas no verás una tía ni de coña. Es que vamos, ni te acerques. Pero es que en las máquinas de musculación tampoco te creas que abundan. Esto es como lo de las clases dirigidas, que en aerobic hay un tío por cada 35 chicas.
    Con todo esto lo que quiero decir es que ya hay una segregación preestablecida en los gimnasios mixtos. Con lo cual los gimnasios femeninos vienen siendo una válvula de escape. Pero reconozco que a mí personalmente el enfoque que le dan de perder peso como si ése fuera el único objetivo de ir a un gimnasio, me ofende. Porque ahí están, perpetuando el estigma. Oiga, señora, yo voy al gimnasio para estar más sana, no para perder peso. Hago deporte porque me hace feliz. A ver cuándo empiezan a centrarse en eso de una puñetera vez.

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