La conciencia de clase, en una definición muy sencilla, consiste en saber cuál es tu lugar en los procesos económicos y cuáles son las consecuencias de ello. Es saber quién es el enemigo. Aquí no hablamos de clase baja, media o alta, sino de clase obrera o burguesa. Los obreros son todos los empleados. Sí, todos. Aquí es fácil caer en la trampa de «yo no soy un obrero porque gano mucho»; o «yo no soy un obrero porque trabajo sentado»; o «yo no soy una obrera porque tengo estudios». Que no. Tú trabajas y otro, cuyo trabajo es exclusivamente supervisarte, gana dinero. Eso es ser un obrero. Para más información, te lees esto que es corto o esto que es más largo, tiene más mala idea y está muy orientado a gente con estudios superiores.
Los no empleados pueden ser empresarios, que viven del trabajo de los demás, o autónomos, pequeños empresarios, que son un término medio: pueden estar viviendo del trabajo de otros, pero su posición puede ser bastante dura en competición con los empresarios más asentados, y toman iniciativas que no toma nadie más. La empresa privada muy pequeña existió en la RDA y en la URSS con Lenin, así que tampoco nos vamos a poner muy puristas.
Yo adquirí conciencia de clase de una manera intuitiva, no verbal, y muy frustrante, cuando era profesora en el IES González de Aguilar, en Estepa. La mitad de mis alumnos eran hijos de mantecaeras y olivareros. El pueblo tiene más de 20 fábricas de dulces navideños, muchos minifundios de aceituna, y una cooperativa que produce el mejor aceite de oliva del mundo. El pueblo es próspero, con muchísimo pequeño comercio.
Estaba yo un día en una cafetería playera, lejos de casa, con un grupo grande de gente poco conocida, y un imbécil que estaba un escaloncito por encima de las familias de mis alumnos dijo, muerto de risa, «Qué lástima. Acabar dando clase a las futuras mantecaeras, pobre». Y me di cuenta de que yo estaba orgullosa de un trabajo que otros despreciaban.
Los profesores de secundaria somos personas con poca conciencia de clase. Nos hemos creído casi todos que la carrera universitaria que se pagó con el sudor de nuestros padres, y la nómina que nos paga la Administración educativa en lugar de un empresario de carne y hueso, nos colocan en esa ansiada clase media. Eso hace que en el mejor de los casos, deseemos para nuestros alumnos lo mismo. Se podría vivir el proceso Primaria -> Secundaria -> fábrica de mantecados como nuestro fracaso. Puede serlo, si la alumna tenía un potencial que yo no supe descubrir y despertar, o si ella en realidad quería estudiar pero no ha podido porque en su casa no había dinero. Pero aquella tarde, escuchando a aquel idiota que insultaba a mis futuros olivareros y mecánicos, entendí que mi trabajo no es entrenar una nueva generación de futuros médicos o profesores. Mi trabajo es guiarlos a todos hasta la siguiente fase, la que ellos elijan libremente, dándoles toda la información que pueda antes de que tomen esa decisión. Que estudien, sí. Pero que no vivan la fábrica o el barco pesquero como un fracaso, y desde luego, que sepan que yo estoy de su parte. Tengo claro que ni ellos ni sus padres son mi enemigo.
La información sobre autónomos y PYMES me la aclararon @NewIlluminatus y @Enderrap. Gracias.
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