Hace poco, una persona muy querida decía que ojalá pudiera meter sus sentimientos en una cajita y seguir con su vida, por un rato. Mientras no estemos en un cuento en el que el ogro esconde su corazón y el héroe va a buscarlo, lo más parecido a poner nuestros sentimientos en pausa es la meditación. Esta persona es atea, así que para ella y para cualquiera que se pueda beneficiar, aquí va una pequeña introducción, sin religión y sin ninguna filosofía concreta, a la práctica de la meditación.
Es difícil establecer correctamente cuáles son los beneficios de la meditación, sobre todo porque la calidad de la práctica de los principiantes es escasa, y es difícil encontrar veteranos que no tengan conductas que sabemos que son buenas para la salud: dieta vegetariana o moderada, practicar actividad física, pertenecer a una comunidad (como les pasa a los meditadores por motivos religiosos). Se han hecho algunos estudios con personas que meditaban fuera de una práctica religiosa colectiva y parece que hay datos como para defender que sí es tan positivo como cualquier otra actividad relajante, o más.
Sobre los efectos para la salud mental, una advertencia: creo que alivia y previene la ansiedad, si es leve. No creo que ayude en nada una vez que una persona está enferma. Esto es como las lesiones deportivas: la actividad física te mantiene en forma, hacer deporte estando lesionado es mala idea.
Dicho esto, hay dos clases fundamentales de meditación: lo que vulgarmente llamaríamos «dejar la mente en blanco» o dejar los pensamientos pasar, fluir, por una parte; y concentrar nuestra atención en un solo pensamiento, por otra. Voy a empezar por esta última, que es el tipo que me resulta fácil a mí.
La meditación concentrándonos en una imagen, frase, o pensamiento es frecuente en la práctica religiosa. Los budistas usan mantras; los católicos hacen algo parecido. A mí me ayuda a no distraerme. A otro meditador que conozco lo agobia y estresa, le recuerda demasiado a tener pensamientos obsesivos. En cualquier caso, para este tipo de meditación escoge una frase muy breve. Puede ser una afirmación personal, un verso que te guste. Se pueden usar sílabas sin sentido (si te gustan canciones en idiomas que no entiendes, un verso sería perfecto). No tiene que ser verbal, puede ser una imagen o un concepto (uno sencillo y positivo). No analices tu idea. Puedes recitarla, o solo repetirla mentalmente. Si se te va la cabeza a otras cosas, tráetela de vuelta.
La otra clase de meditación, algo más pura, y para mí más difícil, tiene muchísimos estilos diferentes. Intentar dejar la mente en blanco es tan difícil como obedecer a la orden «no pienses en un elefante». Por eso, nos concentramos en cosas como mantener perfectamente la postura inicial sin movernos, seguir el ritmo de la respiración, o dejar los pensamientos pasar. Sobre esto último se dice «que los pensamientos pasen como las nubes en el cielo». Los observas y los dejas ir. Como decía una profesora mía «no mantengo conversaciones con mis pensamientos».
En cualquiera de los dos casos, sesiones de 20 minutos son un buen objetivo para principiantes sin instructor. Ponte en una postura cómoda pero no demasiado. No te tumbes, porque te vas a dormir. Tiene que ser una postura que puedas mantener indefinidamente sin forzar, es decir, sentada (no importa si en silla o en el suelo) o quizá arrodillada si tienes mucha flexibilidad. Hay quien usa música creada al efecto; yo prefiero el silencio. Dicen que lo ideal es por la mañana muy temprano, algo que a mí no me va nada. En cualquier caso, totalmente desaconsejado después de comer, porque te vas a dormir, ni cerca de la hora de acostarte, porque te puede poner inquieto y darte insomnio. La cabeza se te va a ir, pero no te desanimes. El proceso es eso: te concentras, la concentración se va, la recuperas. La sostienes, o no, y vuelta a empezar. Ni siquiera los que llevan años haciéndolo a diario lo hacen «perfecto».
Meditar no es fácil. Ni siquiera es divertido. Pero a veces, es lo que pide el cuerpo. De hecho creo que parte de la moda actual de correr fondo y medio fondo está provocada por una necesidad de pasar largo rato sin distracciones. Así que os recomiendo que lo probéis.

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