Los martes pueden conmigo porque tengo un horario malísimo. Dos clases, tres huecos, una clase.
Según la AEMET, tenemos máximas de 14. No hay calefacción. En la calle hay hojas escarchadas. Llevo el jersey más gordo que tengo; los niños no se quitan los chaquetones en todo el día.
Primera clase: 3º. Me preguntan si hay huelga de alumnos de miércoles a viernes. Manejan información contradictoria de varios profesores y los rumores del otro instituto. No saben quién convoca las «huelgas de alumnos», y su idea es que hay que obedecer la información de quienes hacen Bachillerato en el otro centro. Les explico, otra vez, que no son trabajadores y que sus paros y faltas a clase los regula la LOE, y cómo (no necesitan que convoque un sindicato, fundamentalmente). Se nos va el tiempo que habría que dedicar a cantar.
Pasamos al tema que toca: ver una lista de vocabulario. El del libro no me gusta nada: partes y funciones del teléfono móvil. Trabajamos de distintas maneras la lista que traigo yo para ampliar: cacharros electrónicos y electrodomésticos, y para qué sirven, cada nombre con su verbo. La tostadora sirve para tostar el pan.
Segunda clase: 4º B. Otro repaso a sus derechos porque no saben si mañana pueden faltar a clase o no. Cantamos Enjoy the Silence. Lo hacen muy bien. Les doy el último tema de gramática que vamos a ver este trimestre. En 4º no usamos libro, por lo que tiene que ir todo por apuntes. Tampoco tenemos pizarra digital (en todas las demás clases hay pizarra o proyector). Cuando terminamos el tema, hacemos un ejercicio que les pasé yo en una fotocopia, para repasar vocabulario y lectura de la semana pasada.
Ahora viene la primera de 3 horas y media sin dar clase. Un hueco, teóricamente dedicado a la jefatura del departamento. Este es un puesto que puede suponer mucho trabajo unos años y poco otros. Este año es de los tranquilos. Los martes me traigo mi portátil porque dos ordenadores estaban rotos. Uno de ellos está arreglado. Me voy a la sala de profesores a preparar un examen. El libro del profesor tiene muchos exámenes distintos que tengo en Word, y cortopego lo que me parece mejor de varios de ellos.
Viene un profesor que sustituye al recién jubilado. Lo avisaron el viernes y está trabajando desde ayer lunes. Es del norte de Córdoba y no tiene coche. Las sustituciones llegan así.
Hoy me puedo comer el bocadillo en este hueco, y menos mal porque en la biblioteca es no parar. Los alumnos no captan la idea de trabajar en silencio, y los sitios que más les gustan son los de en medio del paso. Le digo a alguien que no pongan sillas en el pasillo 4 veces en 20 minutos. Vienen algunos alumnos que no quieren leer ni estudiar, sólo molestar a los que están trabajando. Mantengo el orden, coloco libros en las estanterías, doy tareas a tres ayudantes y los vigilo, registro préstamos en el ordenador, recomiendo un libro, enseño a usar la enciclopedia de papel.
4º hora: Alternativa, es decir la clase de los que no tienen religión. Es un grupo guerrillero. Pongo películas mientras ellos estudian. Algunos charlan. Hoy empezamos El Viaje de Chihiro. Tengo que disolver una pela por el método de sacar a los dos implicados al pasillo: sin público se desinflan.
5º hora: guardia. Es una hora para vigilar a las clases en las que falta un profesor. Dedico 5 minutos a hacer de carcelera: los niños quieren salir de su aula a estar en el pasillo, impidiendo el paso de los profesores y de quienes tienen un cambio de aula. No obedecen. Cuando el profesor correspondiente ha entrado en cada clase, como no tengo que irme a vigilar a nadie me vuelvo a la biblioteca y ordeno. Coloco libros en estanterías (estoy reordenando) y quito basura del estante de los expurgos. Acabo cansada.
6º hora: 1º. Cuando llego, hay mesas y sillas volcadas a consecuencia de una pelea entre dos niños normalmente buenos. Una «pelea en broma» que ha terminado mal. Esas peleas en broma son constantes. Hoy he visto al menos seis. Todos hablan a la vez y un niño me agarra. Le grito (mal, lo sé) que no se toca. Mando callar y sentarse a todo el mundo. Siguen interrumpiéndose. Riño a los que hablan, a los que peleaban, a los que me llevan la contraria. No les hago nada más a los que se estaban peleando. Cuando todos están callados, les digo que se organicen en los grupos habituales. Les encanta trabajar así: los grupos son fijos, y se ayudan unos a otros trabajando en lo que más les apetezca. Los favoritos son los ejercicios simples con el ordenador, y la lectura libre. Yo voy de grupo en grupo comprobando que trabajan o sugiriendo tareas a los que no saben qué hacer.
Un niño me pide «una historia cortita, como la del otro día». Quiere leer ficción ultracorta y en los libros de texto no hay. Le digo que la buscaré. La clase termina con problemas. Una niña quiere hacer algo que tiene prohibido y e insiste por más que le digo que no. Se pone violenta. Me da un últimatum, y yo otro: si no se calla, se llevará un «parte» (un aviso a los padres que supone una expulsión, si se acumulan). Se calla. Al final, una niña rezagada me dice que alguien la ha amenazado si me cuenta un secreto, y me lo cuenta. Tengo que decidir si informar al Jefe de Estudios.
Acabo el día con un dolor de garganta que aquí sigue, horas después de terminar la jornada.
Descanso fuera de horario: 15 minutos.
Horas lectivas: 4.
Horas no lectivas: 2 y media.
Horas reales: 6 y cuarto.
Recursos que he echado en falta: La calefacción. El ordenador del departamento de inglés está roto.