Cuando vivía en Glasgow tardé en hacer una visita a Edinburgo, ciudad de postal a la que tenía manía por motivos que no vienen al caso. Me decidí cuando supe que había una feria del libro, junto con el famoso festival de artes escénicas, y que un autor que entonces me gustaba iba a dar una charla. Así que me planté allí, sobre la marcha, y me quedé con las ganas porque el evento era pagando una entrada que no me podía permitir. Mirando sin ganas las estanterías, leí con sorpresa un lomo que decía
GLASGOW ZEN.
Ir a Edinburgo para leer aquello. De verdad, parecía un chiste sobre la rivalidad entre las dos ciudades. Hojée el libro, un volumen muy pequeño de poesia experimental. Me lo llevé de recuerdo junto con otro del mismo autor, éste menos innovador, quizá: haikus. Seasons of the heart. Del segundo me llamó más la atención la portada, una instalación de Andy Goldsworthy. Hojas rojas tapizando una piedra en mitad de un río gris.
Intenté comprar otros libros de Spence en las librerías de Glasgow. Yo era asidua de la Waterstones de la calle Sauchiehall y algo menos de la Borders de Buchanan. Ambas son parte de cadenas, iguales a sí mismas en todo el país, pero en este caso con la ventaja de ser inmensas y tener un fondo muy amplio y secciones variadas. En ninguna de las dos habían oído hablar de Spence y yo no tenía tiempo de encargar nada antes de volver a España. Al menos tenía los dos libros de poemas.
Me olvidé de buscar más, de momento. Me fui a Estados Unidos a estudiar. Pasé días enteros metida en la biblioteca Olin, la de Humanidades. Siete plantas, y largos pasillos en los que perderte. No recuerdo si busqué a Spence en el catálogo, o si me topé con él buscando otra cosa, pero sí recuerdo que el corazón me dio un salto al ver que el poeta había escrito una novela.
Way to Go es una novela sobre la muerte. Sí, sobre la muerte en abstracto. La anécdota, la narración, es lo de menos. La realidad no es la sucesión de acontecimientos, es el hombre consciente de que es mortal desde la primera línea del libro. I sat in the coffin, reading a comic and eating a sherbet fountain. Esa lectura me llevó a comprar todo lo que pudiera de Spence, por difícil que fuera. Sólo tenía dos maneras de comprar: encargos a tiendas físicas (un libro, mientras aún estaba en Estados Unidos) y compras online. Aquí fue cuando descubrí que los libros dejan de publicarse. Qué tontería, ¿no? Claro que dejan de publicarse. Pero yo no me lo podía creer: ¿cómo podía ser que un autor tan bueno, tan brillante, y que iba escribiendo libros nuevos lento pero seguro, progresivamente más popular y prestigioso, no viera sus primeros libros reeditados?
Tengo ocho libros de Alan Spence, y sólo tres los compré nuevos: todos los demás los compré a librerías de segunda mano que venden por internet. He regalado varias veces Way to Go, siempre de la misma manera.
Es cada vez más raro descubrir un autor desconocido. Recomendar algo que no conoce nadie. Explorar una estantería y sorprenderme. Visitar una librería que no sea una franquicia. Comprar a ciegas. Comprar un libro que no sea ni novedad ni un clásico. Incluso ver una portada que no sea lo mismo de siempre (más y todavía más). Los libros se convierten en copias hasta el infinito, por dentro y por fuera, igual que las tiendas, incluidas las librerías. Me entristece esa uniformidad, porque lo que quiero no es que leas a Alan Spence, es que puedas perderte en una librería, que un título te salte encima y te agarre, que te lo tengas que llevar, que te obsesiones con él, que vuelvas a la librería y preguntes si hay más cosas parecidas y que el librero sepa de qué le estás hablando.
No quiero que leas a Alan Spence. No tiene que gustarte su mezcla de Glasgow y Zen. Quiero que encuentres a tu Spence particular, ese autor o ese libro íntimos tuyos. Búscalo. Tiene que estar ahí, donde menos te lo esperas.
Dedicado con cariño a Cristina Riera y la librería Sant Jordi.
Hola, Eugenia. No recuerdo como he llegado aquí, pero efectivamente es una pena que muchos libros desaparezcan de las estanterías y no siempre con un criterio plenamente literario -que desaparezcan ciertos engendros, y estoy pensando en típicas obras de famosos del momento, es hasta deseable- . Afortunadamente el mundo digital se supone que cambiará eso y los libros estarán ¿siempre? disponibles. Tampoco conozco a Alan Spence y no sé siquiera si me gustaría su «Way to Go» pero si realmente crees que merece la pena ¿por qué no te animas a traducirla para editarla en España? En español parece que solo está publicada una novela, «La tierra pura».
Hola,
Pues quise traducir el libro, pero mi desconocimiento del mundo editorial es absoluto. Podría ponerme en contacto con el propio Spence y ver qué opina.
Pues sí, si tiene libres los derecho para España se podría ver la posibilidad.