En el principio, eran los grandes relatos. Eran muchos, y aunque se contradecían entre sí, todos estaban de acuerdo en una cosa: la vida tiene sentido y se dirige a un fin. Algunos de estos grandes relatos son el cristianismo, la Ilustración, el marxismo, y el capitalismo. Explicaciones morales, sociales y económicas que dicen no sólo de dónde venimos, sino sobre todo, a dónde vamos. Sigue estas reglas y llegarás a la meta. Por cierto, las cosas que están orientadas a un fin se llaman teleológicas. Los grandes relatos son teleológicos, no confundir con «teológicos». Esto no tiene nada que ver con que sean optimistas: hay corrientes de pensamiento, o personas concretas, que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero porque hemos dejado de cumplir las reglas como antes. O porque hubo un progreso, y una Era Clásica, pero ya se acabó. Eso no es negar la idea de progreso: es ser pesimista.
Entonces llegó el siglo XX, dos guerras mundiales y el fascismo, y eso obligó a cambiar las ideas anteriores. Se abandonaron los discursos globales, oponiendo microvisiones, una defensa de lo pequeño, cambiante o único. Así surgió la posmodernidad.
Algunos de los teóricos que formularon ideas relacionadas con esto son Adorno, Lyotard y Vattimo. A mí me gusta Foucault. Otros que ya me gustan menos son Lacan y Derrida. No voy a explicar las ideas de ninguno de ellos, sino a dar características generales del conjunto de lo posmoderno junto con algunas de sus consecuencias.
La posmodernidad no cree en el progreso. No es que crea que desde principios del siglo XX estamos en crisis y cuesta abajo: es que todas las ideas anteriores de «progreso» eran falsas.  Descubrir América no fue un progreso para los nativos (y para los esclavos africanos, ya me dirás).
La posmodernidad se niega a ser definida. Desgraciadamente, muchos textos posmodernos (ya sean de «teoría sobre qué es la posmodernidad» o una crítica de cine, por poner un ejemplo) son deliberadamente confusos. Más allá de esto, lo posmoderno asume que no es posible hallar explicaciones del mundo que sean coherentes, globales y sistemáticas. Eso afecta a la propia posmodernidad. En el mejor de los casos, es una búsqueda de la importancia de lo olvidado, lo pequeño y lo múltiple. De aquí se deriva el valor que damos hoy día a la multiculturalidad y a los derechos de las minorías. Cualquier discusión acerca de si es posible la coexistencia pacífica de grupos diferentes, si es necesario que las minorías se «integren», si podemos convivir sin aplastarnos, viene de aquí. Todo esto es posmoderno (no la existencia de minorías, sino tener estos debates teóricos).
¿Alguna vez has leído o escuchado que Esto-O-Aquello es una construcción cultural? Posmodernidad pura. La idea de que, por ejemplo «las mujeres no somos como vosotros nos habéis definido» es muchísimo más antigua (Mary Wollstonecraft ya lo decía hace dos siglos) pero la posmodernidad la lleva al máximo. Asumir que casi todo lo que crees que es natural es una construcción cultural es la base de muchas teorías feministas y sobre los géneros (cuidado, que los trans nos han enseñado que no todo es cultural en el género).
La posmodernidad rechaza la alta cultura, o pone otras manifestaciones al mismo nivel. Lo moderno es pensar que los clásicos educan, nos hacen mejores personas, transmiten los valores más importantes de la civilización. Lo posmoderno, que el gusto por las obras de arte está completamente desconectado de la moral y la bondad. Se pueden poner ejemplos sobre la relación de los nazis con el arte clásico. Una consecuencia de dejar de atribuir unos valores especiales a la alta cultura es el interés por estudiar otras expresiones culturales (series, anuncios, videojuegos) con el mismo rigor que antes se reservaba para lo clásico.
La posmodernidad desconfía de la ciencia como forma de progreso. La ciencia trae cosas buenas, pero también cámaras de gas, la bomba atómica y el cambio climático. El negacionismo científico, lo «ecológico», etc. , no son una vuelta a una era tradicional premoderna, sino un rechazo posmoderno.
La posmodernidad cree que la comunicación es imposible, o muy difícil. Que siempre es un problema. Que nadie puede conocer de verdad a otra persona. Estudiar la relación y desconexión entre lenguaje y pensamiento, o la diferencia entre conocer o estudiar algo y que eso te haya pasado a ti, es posmoderno.
¿La posmodernidad se ha acabado? Bueno… hay quien piensa que esta época es posmoderna aunque no te guste, y quien piensa que se terminó con la globalización y el actual auge del neoliberalismo. Si le preguntas a un neoliberal medio si cree que hay reglas claras para el progreso, te dirá que sí.
¿La posmodernidad es mala o buena? Ni una cosa ni otra. Ha dado lugar a mucha basura, muchas tonterías, entre las que destacaría todo lo anticientífico, los escritos innecesariamente complejos hasta lo incomprensible, y llevar el relativismo a extremos absurdos o dañinos. Además, ¿cómo defender la justicia social si no crees en el progreso? Pero creo que ha aportado suficientes buenas ideas.
¿El feminismo es posmoderno? O dicho de otro modo, ¿hay feminismo posmoderno? Por supuesto. Aunque sus expresiones son, como no podría ser de otra manera, múltiples. Definir un feminismo como posmoderno lo único que hace es situarlo en los últimos 60 años. Usar el término para insultar no aclara nada.
Esta entrada ha contado con la colaboración imprescindible de @octubrista (al que he copiado la idea general y algunas frases); Indvbio, que escribió otra introducción a la posmodernidad; @annngst; e @ismamullor.
 

4 comentarios sobre “Introducción elemental a la postmodernidad.

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