
Para los que no estén familiarizados con la Semana Santa tal como se celebra en Andalucía Occidental, existe la costumbre de colocar estatuas grandes de madera sobre un pedestal muy ornamentado, que unos hombres, llamados costaleros porque la protección de la cabeza se llama costal, cargan a hombros, sí, sobra la nuca, como los bueyes el yugo. He puesto una foto de un ensayo para que se observe bien la técnica, ya que las estatuas con todos sus adornos llevan faldones que impiden ver lo que se hace ahí dentro. Los costaleros, además de cargar con mucho peso, tienen un extra: van haciendo paradas a descansar, y si lo que van cargando es una estatua de María, que son cerca de la mitad, lo levantan pegando un salto. En este vídeo muy breve puede apreciarse un poco la dificultad:
Antiguamente, los costaleros eran de pago, gente como por ejemplo cargadores del puerto que se sacaban un dinero extra. Ser costalero era vergonzoso, porque eran pobres (ABC) y no eran una figura nada popular. Ahora son voluntarios llevados por un sentimiento religioso. Cargan con un peso de entre 30 y 50 kilos por persona (Diario de Sevilla), haciendo turnos en un recorrido que puede durar unas doce horas.
Como os podéis imaginar, este esfuerzo puede suponer lesiones físicas graves y permanentes. Los principales riesgos son las lesiones musculares desde el cuello a las piernas, y las hernias discales en los peores casos. También heridas en el cuello, por el roce, y las derivadas del esfuerzo físico intenso (agotamiento, bajadas de tensión, desmayos). Ante una conducta así, que supone un riesgo para la salud, se podría esperar que se tratara a los costaleros de irresponsables, incluso de temerarios, como si fueran por ahí en coche sin cinturón, o si fumaran, o cualquier otra conducta libremente asumida y que es mala para la salud. Quizá podríamos esperar un «que cada uno haga las locuras que quiera, pero que corra luego con las consecuencias». Pues no, ni una cosa ni otra. Es más, los Colegios de Fisioterapeutas dan apoyo a los costaleros, información y tratamientos (aquí Sevilla y aquí Madrid). También se puede ver a niños y bebés disfrazados de costaleros para la ocasión; no cargan ningún peso, claro, pero se considera más alegre y bonito que vestirlos de nazareno o monaguillo.
Sería inimaginable dar a los costaleros el mismo trato que para otras personas que tienen conductas peligrosas para sí mismos, como fumar, o incluso un discurso sobre la responsabilidad personal como el que encuentran quienes necesitan un aborto, una práctica que no tiene nada que ver pero en la que se habla de responsabilidad y de «asumir las consecuencias de tus actos». No hay un mandato de «asumir las consecuencias de tus actos» a quienes realizan una práctica peligrosa cuando la misma es socialmente aceptada. Por ejemplo, un «debería contarse con la opinión de su familia. Al fin y al cabo están arriesgando su vida», ni tampoco un «no tengo nada en contra, pero que se lo paguen ellos, que la fisioterapia es carísima».
La verdad es que me caen bien los costaleros en la medida en la que su hobby no colapse la ciudad. Echan las tardes en una actividad física con los amigos, no hacen daño a nadie más que a sí mismos (al contrario de, por ejemplo, un conductor a 120 por la circunvalación), y para el que le guste, los pasos de Semana Santa son un espectáculo (sí, hay una sevillana muy, muy escondida dentro de mí). Pero son un ejemplo de que cuando hablamos de responsabilidad personal, no contamos la historia completa. No llames «falta de responsabilidad» a no actuar como tú quieres.