Te das una vuelta por internet (incluyendo el glosario feminista de este blog, que necesita una limpieza de polvo y telarañas) y te encuentras con unas cuantas palabras que a fuerza de uso repetido acaban usándose mal, o demasiado, y extendiendo sus significados hasta que significan «lo bueno» y «lo malo» de una manera que solo sirve para crear confusión. Lo que voy a decir es una reflexión personal sobre los peligros de este proceso, y sé que muchas compañeras no van a estar de acuerdo conmigo. Allá voy.
Un privilegio no es toda ventaja injusta. Si quieres que lo tenga todo el mundo, no es un privilegio. Es un derecho, y su ausencia, discriminación. Por ejemplo, trabajo estable, vacaciones, o la posibilidad de desplazarte con seguridad por las calles. Si quieres eliminarlo, pero todos reconocemos que es injusto, o que es ilegal, es una injusticia, o una ventaja injusta. Sigue sin ser un privilegio. Por ejemplo: si dices algo que parezca terrorismo etarra vas a la cárcel, si dices que las mujeres maltratadas se merecen todo lo que les pase no. Si lo tiene poca gente y  está amparado por leyes, rompiendo con todo principio legal de igualdad, eso sí es un privilegio. Por ejemplo, en España la Iglesia no paga IVA ni IBI, y eso es legal. Por lo tanto, es un privilegio. El rey es inviolable según la Constitución: otro privilegio.
Muy despacito para que lo entiendan los despistados del fondo: el privilegio es legal y desearías que desapareciera. Los privilegios son malos y no quieres extenderlos, quieres que no existan. Si llamas «privilegio» a un salario dices que quieres que no exista, si llamas «privilegio» a que no te peguen una paliza por la calle estás diciendo que las palizas por la calle deberían formar parte de la normalidad. Privilegio no es desigualdad, sino un tipo muy concreto de la misma. Si lo que quieres es tener tú eso que otros disfrutan, no lo llames privilegio, porque no lo es. Llámalo derecho.
Esto nos lleva a la expresión «revisar privilegios», que ya he criticado en más ocasiones. En el enlace traduzco un artículo que analiza los problemas de ese proceso, pero aquí mis críticas son solo semánticas, puesto que la frase en cuestión significa varias cosas contradictorias entre sí. ¿Qué me ordena alguien que me dice que revise mis privilegios?Lo primero sería hacerme consciente de ellos, y después quizá un proceso que en el catolicismo se llama examen de conciencia. Es decir, para una persona que piense que privilegio quiere decir «derecho, ventaja, lo contrario de discriminación», sería para empezar mi admisión de «sí, mi vida es más fácil por ser blanca, cis, adulta y sin discapacidades». Examen de conciencia terminado.
Hay quien va más allá. En el enlace del párrafo anterior comparo la revisión de privilegios con el calvinismo. «Revisar mis privilegios» suele querer decir que debo sentirme culpable de ser blanca, cis, etcétera,  y tengo que aceptar que las ventajas que he obtenido a lo largo de la vida por ello me impiden trabajar en igualdad con quienes están peor que yo. Existe una brecha insalvable, de la que soy responsable aunque esa no sea mi intención. Esto se llama depravación total. No es «pecado original» porque éste se perdona con el bautismo, y los privilegios no se «perdonan» tras la revisión, como mucho se eliminan (un día dejaré de ser joven, por ejemplo).
«Revisarse» puede estar conectado con el autoexamen y ser también un proceso más activo, más orientado al exterior. Si observo cómo mis circunstancias afectan al mundo que me rodea, y a mí también, «toma de conciencia» es sólo el principio de cómo podríamos llamar a esto. Pero ya dejaría de ser un proceso de autoexamen, con lo que el uso de la palabra «revisión» dejaría de tener sentido. Una revisión del coche no es una reparación.
La verdad es que no sé qué quieren decir las personas que dicen «¡revísate los privilegios!», y si se están refiriendo a un proceso solo mental o a una puesta en práctica. Y un concepto tan amplio y deformable se vuelve inútil y peligroso.

Un comentario sobre “Sobre lenguaje activista y sus problemas

  1. Revisa tus privilegios -y actúa en consecuencia-, como parte omitida pero sobrentendida. Sin esto como bien dices, de poco serviría.

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