En los últimos años, han llegado a España ecos y juegos del teléfono roto de una tendencia en las universidades norteamericanas:  discutir si parte del contenido de carreras universitarias, especialmente de Humanidades, deben tener en cuenta que en ocasiones el temario de las asignaturas puede herir las sensibilidades de los alumnos. Suele saltar a las noticias cuando algún estudiante o grupo de ellos se niega a tratar una parte del temario, una medida extrema y con la que no estoy en absoluto de acuerdo.
No voy a comentar las medidas concretas que haya tomado un departamento o universidad, sino a exponer cuáles son algunas quejas habituales y de qué forma podrían resolverse los problemas que tenemos ahora. Voy a hablar de tres cuestiones: inclusividad de los temarios, avisos de contenido y lugares seguros.
Llevamos algunos años, décadas quizá, teniendo debates a nivel no universitario sobre cómo hacer la escuela más inclusiva. Más diversa en teoría no hace falta, porque de los 5 a los diecimuchos presuponemos que la gente esté escolarizada, y de lo que se trata es de educar sin adoctrinar, sin menguar. Permitir que todo el mundo se sienta aceptado. Esto ha sido positivo para la escolarización de los más pobres, y para la mejora de la educación de las mujeres (en este caso de las niñas). Tiene sus efectos no del todo positivos, como la creencia de que «todas las opiniones son válidas» de la que ya he hablado aquí. La alternativa es peor.
También surgen de vez en cuando pequeños escándalos cuando los libros de texto preuniversitarios son sexistas, homófobos, o manipulan datos históricos. En un primer nivel, lo que se busca con la inclusividad a nivel universitario es lo mismo. Una vez conseguido que los libros no digan mentiras (ni los profesores), el siguiente paso es conseguir una mayor inclusión de los grupos o colectivos que hayan estado excluidos o poco tratados anteriormente. En España se trataría solamente de los temarios, pero en países como Estados Unidos, donde te vas a vivir a la universidad y por eso hay muchas actividades de ocio y culturales, tiene un alcance más amplio. Evidentemente, si metes una semana de clase para tratar a poetisas del siglo XVII vas a tener que sacar a uno de los autores hombres, y el titular va a ser «En la Universidad de Villa Grande se puede estudiar Arte sin estudiar a Autor Super Importante». Veréis, si metes una cosa nueva tienes que sacar una vieja o arriesgarte a que tratemos superficialmente las dos. También podemos confiar en que los estudiantes saben usar una bibliografía crítica y una biblioteca.
La siguiente cuestión es la de los avisos de contenido, o trigger warnings. Es el problema estrella, el que se usa para representar el resto, y sinceramente, soy incapaz de entender por qué. Se trata de algo tan sencillo como avisar, en clase o por escrito (por ejemplo, si los alumnos reciben una fotocopia al principio del curso con el plan semanal de la asignatura), de que determinados contenidos que se van a tratar pueden herir sensibilidades, ya sea en la teoría o en el debate en clase. Los ejemplos que suelen darse en la prensa están relacionados con violencia sexual, ya sea en literatura, al estudiar Derecho Penal, en Ciencias de la Salud… También los he visto con menor frecuencia en cuestiones de violencia contra minorías, con el suicidio, temas así, duros.
Cuando alguien decide estudiar Derecho sabe que va a haber Derecho Penal, terrorismo, cuestiones sobre los límites de la vida, etc. Y qué decir si estudiamos cualquier carrera sanitaria. Sería poco factible y bastante absurdo hacer avisos de contenido en situaciones así, salvo quizá si se van a tratar materias especialmente escabrosas, casos prácticos basados en hechos reales, vídeos, etc. Si quieres ser médico o trabajador social te vas  encontrar cosas igual de horribles en persona. Por ello los avisos donde pueden ser útiles de verdad es en aquellos estudios en los que los contenidos sensibles sean tangenciales o puntuales; por ejemplo, al leer Otello o al estudiar una asignatura de periodismo en la que se hable de reportajes de guerra o en crisis humanitarias.
¿Para quién son los avisos de contenido? Estoy de acuerdo en que entender que se dirigen al público general es infantilizar a los estudiantes universitarios. La mayoría de los jóvenes de diecimuchos son capaces de ver las noticias y discutir temas dolorosos sin venirse abajo. Mi enfoque personal va dirigido a aquellos que tienen algún problema psicológico o han vivido la clase de temas a los que me refiero. Para las personas que han sufrido un trauma, estar sobre aviso de que se les viene encima una situación relacionada puede servir muchos propósitos, como por ejemplo:

  • Aliviar una sorpresa desagradable. Solamente estar avisado ya amortigua.
  • No ponerse a estudiar en un momento de cansancio o tristeza sino mentalizándose primero.
  • Estudiar en compañía si preferimos hablar de cómo nos hace reaccionar la lectura, o a solas si creemos que nos va a afectar fuertemente (la verdad es que a mí me pasaba algo así con algunas lecturas relacionadas con mi tesis; planeaba poder hcer algo relajante y distraído después de leer porque sabía que se me iba a quedar el cuerpo malo).
  • Programar citas con el psicólogo alrededor de las fechas en las que se va a hablar de temas desagradables en clase.
  • Pedir una tutoría con el profesor para comentarle que el tema es tan desagradable que preferiríamos que no nos señalara para hablar en un debate. O incluso lo contrario, decir que tenemos experiencia personal y podríamos aportar un punto de vista no esperado.

Es decir: un aviso de contenido en un contexto académico sirve, sobre todo, para que personas que encuentran ciertos temas muy duros puedan planear cómo amortiguar el estrés que prevén que les va a provocar. Quejarse de una petición de trigger warnings es pensar que estudiar debe incluir llevarse sorpresas desagradables, o confundirlas con una petición de que el tema no se estudie. No hay más.
Por último, están los «lugares seguros». Esta expresión no me gusta porque es demasiado amplia y cabe en ella cualquier cosa. Se trataría de la expresión en la dinámica de clase de la inclusividad que hemos tratado en primer término: conseguir que un aula sea un lugar en el que todos los participantes se sientan respetados, cómodos, no amenazados, y con dereho a participar (si la clase es un debate). Esto debería ser el grado cero del aprendizaje, pero incluso formulado en unos términos tan neutros, algunos parecen creer que se refiere a que los alumnos buscan el nivel de apoyo propio de las aulas de Primaria. Traduzco un fragmento de la carta que la Universidad de Chicago ha enviado a sus alumnos de primer curso de este año:
Esperamos que los miembros de nuestra comunidad participen en un debate riguroso, que discutan, y que a veces haya desacuerdo. A veces esto puede ser un desafío o incluso haceros sentir incómodos.
Nuestro compromiso con la libertad académica significa que no apoyamos los mal llamados «avisos de contenido» (…) y no aprobamos la creación de «lugares seguros» intelectuales en los que los individuos se puedan aislar de ideas y perspectivas contrarias a las suyas. 
Mi pregunta es: ¿en qué afecta un aviso de contenido a la libertad de expresión? ¿Por qué se asume que un «lugar seguro» en un contexto académico consiste en eximir a los estudiantes de trabajar contenidos concretos? Se asume que el problema son «cosas con las que el alumno está en desacuerdo», y que el estrés que los alumnos van a sufrir se debe a que van descubrir que, vaya, no todo el mundo es tan amable como los profesores del instituto y que aquí no se sobreentiende que todo el mundo puede dar su opinión. Que cuando das tu opinión, te la devuelven toda machacada.
Fuera de las aulas, el término «safe space» se ha utilizado para la creación de asociaciones o grupos informales de todo tipo de minorías. Las universidades americanas siempre han sido muy activas en esta cuestión; la fraternidad aún activa más antigua se fundó en 1776. Sin embargo, solo la creación de clubs feministas, LGBT, de minorías raciales, etc., ha recibido la crítica de que «en ellas no hay libertad de expresión».
Como en este blog nos encanta dar consejos, basado en mi experiencia como alumna aquí van unos cuantos sobre cómo hacer un aula universitaria (o para adultos) un lugar seguro según mi definición.

  1. Deja muy claro al principio del curso (sobre todo en primer ciclo) que no todas las opiniones son válidas y sobre todo, por qué.
  2. No utilices el sarcasmo contra tus alumnos, ni lo permitas. Sé respetuoso.
  3. Asume que tu alumnado tiene una experiencia vital muy distinta de la tuya y que aunque ello puede afectar a su aprendizaje, no los hará peores estudiantes.
  4. Asume que a veces vais a tratar contenidos que los alumnos han experimentado, o visto de cerca. Los más horribles también. Y las más raras.
  5. Da margen para circunstancias personales extraordinarias. Ten criterios para entregar cosas tarde, para la ausencia justificada, etc.
  6. Infórmate sobre las necesidades de los estudiantes con discapacidad.

Un poco de empatía no debería impedir la libertad académica, sino crear un ambiente estimulante que facilite la discusión y el aprendizaje de los temas más espinosos.
 

2 comentarios sobre “Advertencias, lugares seguros y aprendizaje.

  1. Lo has explicado muy bien, gracias. A mí también me había llegado la versión de que estos conceptos eran algo que reblandece a la gente y no, he comprendido que no. De hecho he recordado un par de experiencias propias en la que habría agradecido algún aviso para no pasarlo demasiado mal.
    ¡Gracias!

  2. Recuerdo una vez cuando estaba en la universidad ver a una compañera salir llorando de clase. Era una optativa que yo no tenía, y la vi salir desde fuera. Luego me pude enterar de qué había pasado. Esta chica llevaba muy mal las exposiciones orales porque le tenía un pánico escénico o ansiedad o lo que fuera brutales, y el profesor por lo visto no había establecido otro criterio más que la puñetera exposición oral, y yo siempre pensé que aquello no era culpa de aquella chica y que los comentarios del tipo «Bueno, es que se tiene que ir acostumbrando» o «en otros sitios también se lo van a pedir así que mejor que se vaya haciendo a ello» eran una mierda seca y grande.
    Ahora veo además que esta clase de cosas están más extendidas de lo que pensaba y me da pena. No pensamos en los demás. Tenemos la idea de que todos tenemos que ser super machos y/o ultra resistentes a toda la mierda que nos va a arrojar la vida y no nos paramos a pensar si con esta clase de cosas no la estamos reproduciendo en lugar de hacer un favor. Mucha educación y mucho tratarte de usted, pero a la hora de la verdad, parece que a algunos les da igual comportarse como retroexcavadoras. No creo que esa clase de comportamientos sean necesarios, ni creo en las razones paternalistas que se esgrimen a veces (porque sí, este mundo es duro y todo lo que quieras, pero por qué tienes que hacerlo todo más difícil, si la solución es sencilla, asequible y en realidad no perjudica a nadie)
    Pues mira, prefiero los lugares seguros y los trigger warnings, aunque yo no los necesite, y poner formas de evaluación alternativas a ver a otra persona salir llorando de clase por algo que tenía arreglo fácil y rápido.
    Muy buen artículo.

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