Jacobo Dopico, profesor de Derecho Penal en la Universidad Carlos III de Madrid y cinéfilo, tiene un problema. Sus alumnos no le entienden.
Tomado de Twitter. En la Universidad de Roma, sus alumnos no entienden una referencia humorística a la cita «¡Qué escándalo, aquí se juega!» de Casablanca.
Él se empeña en instruir deleitando a los juristas en formación. Es una lástima que su entusiasmo sea recibido con este desagrado:
Tomado de Twitter. Un alumno de máster rechaza el visionado de Anatomía de un Asesinato como actividad en clase porque es antigua y en blanco y negro.
Lo que le pasa al profesor Dopico lo hemos vivido infinidad de veces los profesores de Secundaria, aunque lo contemos con menos gracia. Ay, mis alumnos que llamaban a Drácula de Bram Stoker «una película antigua». Ellos habían nacido aproximadamente el año del estreno. Estas son algunas de las películas más taquilleras en torno al año en el que nací yo: Rocky, Carrie, Star Wars, Roger Moore como James Bond, Superman, Grease, Alien, Aterriza como puedas. Películas inescapables. Si tienes más de 35 años, o las has visto o por lo menos te suenan.
Lo que está ocurriendo con niños y adolescentes respecto al cine es una desconexión generacional y una falta de formación cultural terrible, a la que nadie hace mucho caso porque el cine se ve sobre todo como entretenimiento, y porque como es bastante caro de hacer y distribuir (en salas), se puede culpar a factores económicos de difícil solución, como el precio de las entradas.
Aunque parezca que no, los niños y adolescentes son receptivos a casi todos los medios de transmisión cultural de sus padres, además de los suyos propios. Los niños leen libros; no todos los niños, pero se siguen vendiendo y leyendo libros infantiles y juveniles. Ven series y les gustan las telecomedias (he pasado muchos años asumiendo que si no entiendo un chiste en clase es que salió en La Que Se Avecina). Ven telebasura, tipo realities, y programas musicales de talentos. También consumen productos que sus padres desconocen o rechazan, como los «youtubers» o los videojuegos (*).
Los libros tienen la ventaja de ser físicos. Están ahí. Si al hermano mayor le compraron las lecturas obligatorias del colegio, si hay biblioteca escolar, si va a hacer los deberes a la biblioteca pública, si fueron lectores de niños y en la adolescencia perdieron la costumbre, los libros hacen guardia sin exigir mucho, esperando que alguien los coja. El libro no corre peligro. Algunos modos de lectura sí, pero libros hay y habrá.
La música también sigue ahí aunque no se compre en soporte físico. Ha cambiado el mercado y ahora los jóvenes se niegan a pagar por ella. Nadie la adquiere en soporte físico. Pero mientras haya formas de escuchar música gratis que recicle éxitos de décadas pasadas, como Kiss FM y equivalentes, los niños y jóvenes podrán escuchar clásicos si quieren. Por otro lado, una canción dura de 2 a 6 minutos. No te aburres de ella tan deprisa.
El cine, en cambio, no. Desde que en una casa con medios económicos suficientes hay más de una pantalla por persona(**), ninguna otra forma de transmisión cultural ha sufrido tanto. El proceso ha sido paulatino: primero, llegó el VHS así que se podía poner una película que no estuviera en televisión. Luego, las televisiones privadas, que justificaron tener más de un aparato (supongamos el del salón y el de uno de los padres). Muchos de mis alumnos tienen televisión en su cuarto, supuestamente para jugar a la videoconsola. Su uso es irrelevante; la clave es que ya no hay tanta motivación para que el ocio familiar sea en el salón, con la tele encendida, donde quizá echen una película que se queda puesta de fondo. Si no te gusta lo que hay, te vas a tu cuarto o coges el móvil con auriculares. Pero ahora no hay ningún motivo para ver en la televisión algo escogido por otra persona, además de que los canales generalistas ponen pocas películas clásicas, de calidad, sin anuncios y a un horario que nos convenga.
La educación cinematográfica de los jóvenes se basa en tres o cuatro clases de películas. Para empezar, las infantiles, sobre todo las de dibujos animados. La animación 3D engancha más que los dibujos animados tradicionales y éstos más que la imagen real. Los niños ahora ven muchísimos menos largometrajes que generaciones anteriores: tras la televisión vino el VHS, tras éste el DVD, tras éste internet doméstico y ahora tenemos los móviles, donde se ven vídeos cortos de Youtube. En cualquier caso, sí ven películas, de  Disney, Pixar, Dreamworks y Studio Ghibli en ese orden de importancia. Las conocen desde que nacieron y forman parte de su paisaje. Algunas les gustan por una cuestión nostálgica: las asocian a cuando eran pequeños. No tienen mucho interés en películas nuevas, y no son «fans de Disney» como pueden ser fans de un cantante, un equipo deportivo o una marca de ropa.
En segundo lugar, las películas comerciales modernas, lo que se puede ver en el multicine del centro comercial. Para los gustos e intereses de los adolescentes, el cine es caro, y se reserva para ocasiones especiales. Casi todo el cine a su alcance es infantil, de acción o de terror. Podríamos discutir sobre si «cine de superhéroes» es un género; evidentemente, Guardianes de la Galaxia y Logan, por decir ejemplos extremos, no van de lo mismo ni van dirigidas al mismo público. Pero tienen en común que forman parte de series, que están vinculadas a obras anteriores que sólo son cine en parte, que crean merchandising, y que medio multicines tiene películas parecidas. Por dar un ejemplo, Terminator compartió cartelera en invierno de 1985 con Érase una vez América, Los gritos del silencio, Amadeus, Dune, y multitud de comedias españolas mejores y peores. Las películas de acción actuales son el centro de la cartelera. A pesar de que estas películas sí tienen fans, la inmensa mayor parte de su público es ocasional y las consideran un producto de puro entretenimiento. Los jóvenes no se consideran ni fans del cine de acción, ni del de superhéroes, ni de un personaje. Lo único que sí genera algo de división y por lo tanto un sentimiento identitario, aunque muy leve, es el cine de terror.
Por último, están las películas que se ven en clase. Para que una película se proyecte en un aula de Secundaria necesita reunir una serie de condiciones. Tiene que estar relacionada con la materia que enseñamos, aunque sea de una forma más bien elástica y los profesores de idiomas tengamos en esto el margen más amplio. Tiene que presentar unos valores coincidentes con los que informan el sistema educativo; por ejemplo, de respeto a la diversidad, igualdad entre hombres y mujeres, o por decir algo mucho más reciente, de espíritu emprendedor. Además, no puede ser ni demasiado violenta, ni tener escenas fuertes, por ejemplo de sexo o de consumo de drogas (las risitas o la incomodidad pueden estropear el ambiente). Es mejor que sean recientes, o lo parezcan (como muestra el caso del profesor Dopico). Todo lo que les parezca «antiguo» será rechazado. He tenido cierto éxito con películas que se salen un poco de esto, como el musical «Oliver!», pero son excepciones.
Todo esto se puede resumir en que incluso los jóvenes a los que no les gusta leer pueden tener una conciencia de que hay libros que sirven para estudiar, clásicos que casi siempre se leen sólo por obligación, y libros más ligeros que se leen por diversión aunque ese no sea tu caso, y además con estos últimos no importa mucho si son recientes o no mientras sean de tu estilo favorito. Con el cine no ocurre esto: el cine se divide en películas infantiles, entretenimiento de usar y tirar sin ningún valor, y la nada, «lo antiguo», que es despreciable porque su «vejez» es un aviso de aburrimiento.
Este proceso de degradación del cine como medio de transmisión cultural es irreversible. No hablo de la calidad de las películas sino de cómo son percibidas. Si quieres que los niños que te rodean aprendan a disfrutar del cine como lo hiciste tú, mi consejo como profesora y amante del cine es que veas con ellos películas cuando más antiguas y variadas mejor. Nadie más que tú las pondrá a su alcance. No me parece importante que vean tal o cual película concreta, sino que conozcan la visión del cine que se acabó hace unos 15-20 años.
¿Qué método usar? Lo mismo que si queremos aficionarlos al deporte o la lectura, pero con más guía, porque lo ideal es ver una película juntos. Un niño que lee puede volver atrás y preguntarte cosas a la mañana siguiente, pero con el cine es todo mucho más inmediato. Algunos consejos:

  1. Que los niños vean desde muy pequeños que a ti te gusta el cine. Ten DVDs en casa, habla de las películas que has visto, comentad trailers, como te surja de forma natural.
  2. Haz que algunas de esas películas tengan una estética «antigua». Por ejemplo, ponte una película en blanco y negro mientras estáis haciendo vuestras cosas por el salón. Que no le parezca raro. Recupera los clásicos que te gustaron hace años.
  3. Enséñale que la biblioteca pública tiene audiovisuales. Coge una película prestada de vez en cuando.
  4. Crea «la tarde semanal de cine y palomitas» y conviértela en un ritual de estar juntos. Puede convertirse en un día para invitar a amiguitos pero también tiene su encanto hacerla en familia.
  5. Cuando en una serie o unos dibujos animados salga un elemento que parodia o recicla un clásico, díselo. Si el original es muy largo o complejo, enséñale un clip de youtube o un trocito de la película original. Que comprenda que las obras modernas que le gustan proceden de una tradición.
  6. Si una película le aburre o no le gusta, se puede dejar de fondo mientras se hacen otras cosas o se puede quitar, pero no se obliga a terminarla. Esto no son los deberes. Tampoco insistas con géneros que no le gusten. Si se niega a ver cine en blanco y negro, o sólo quiere ver comedias, ya ampliará sus intereses más adelante.
  7. Los niños pequeños pueden ver películas adultas según su madurez y si están acompañados para poder comentar lo que no entiendan, lo que les dé miedo…
  8. Las listitas, el diario de visionado, los «¿qué quieres que haga de cenar el Día de Ver Pelis?», el cineclub temático «este mes vamos a ver pelis de miedo»… son una manera de planear qué hacer y de darle interés al tema.
  9. Si no sabes por dónde empezar, búscate un libro como «Cien películas de adultos para ver con niños», uno de esos «Mil nosecuántos que hay que hacer antes de morir», o clásicos del cine infantil. Hay muchas guías, en libro y por internet.
  10. A los obsesos con un género o una película concreta, negocia alternar su favorito con novedades relacionadas.
  11. Soy un poco ambivalente respecto a ver la tele con el móvil en la mano. Lo mejor es que aprendan de tu ejemplo. Si estás con los niños, procura dejar tu pantallita para luego. Mi experiencia es que muchas actividades manuales son compatibles con ver una película: mi madre cosía, por ejemplo. Pero el móvil toma nuestra atención más de lo que creemos.

Sobre las versiones originales y el aprendizaje de idiomas: como podemos prescindir de la televisión, un niño muy pequeño se puede educar en la bendita ignorancia del cine doblado. Esto se puede graduar: si un niño muy pequeño se educa en un ambiente bilingüe, se puede hacer que todo el cine incluido el infantil sea en versión original con subtítulos en el idioma que más os convenga. Si el niño de edad preescolar no tiene una presencia fuerte de idiomas extranjeros en su día a día, pero los padres quieren que los perfeccione o que no rechace las versiones originales, se puede tener la misma costumbre que en muchos países: vemos el cine infantil doblado, y el adulto subtitulado. En un niño que aún no lee con soltura, esto es una ocasión de pasar un rato juntos porque necesita que un adulto le explique lo que va pasando. Para cuando lea bien ya se habrá convertido en costumbre. Esto sirve para apreciar mejor las películas, para practicar idiomas, y para tener mejor acceso al cine en idiomas que no se suelen subtitular.
Espero que con esta guía disfrutéis mucho juntos. Que de eso se trata, de disfrutar.
(*) Ya sé que hay personas en edad de ser padres que juegan a videojuegos.
(**) Al escribir este texto conté la cantidad de pantallas de mi casa. Somos dos adultos y un niño, y tenemos seis pantallas. Ninguna de las pantallas está asignada al niño de forma permanente. Todavía.

Un comentario sobre “Los jóvenes y el cine: algunos consejos para educadores.

  1. Ocurren muchos más factores. Un vistazo rápido al catálogo de cualquier empresa de Streaming te da enseguida una idea de que está pasando. Tienen un montón de productos propios, series que no falten y los últimos estrenos. La peli más antigua de todo el catálogo suele ser Star Wars o el Padrino y porque son Star Wars y El Padrino.
    Y si no está ahí, no existen. Ya puedes poner DVDs o intentarlo que no lo vas a lograr.
    Los remakes hacen muchísimo daño también. Sé por pura experiencia que es difidilísimo encontrar la original porque los propios estudios se empeñan en venderte la nueva, aunque haya un mundo de difencia entre ambos. Por ejemplo, el profesor chiflado. Y lo que es peor, es igualmente difícil lograr que vean el original, prefieren el remake.
    Esto me lleva al tercer factor y es que piensan/opinan que el cine clásico está muy superado. Por medios usados hoy en día, por la tecnología, por los efectos especiales, por la forma de contar las historias… Y resulta imposible razonar con ellos.
    Como ves, educar a niños/adolescentes/jóvenes adultos (estos últimos son peores que los niños) en el cine es complicado. Prefieren ver una serie o una de Marvel a una peli antigua.
    Por cierto, yo aprendí cine viendo «Que grande es el cine» de Garci, porque en su día tampoco me tragaba las pelis en blanco y negro. Un programa que hoy en día hace más falta que nunca.

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