Hace mucho tiempo que mi principal reto lector no es leer una cantidad de libros, sino «reducir la pila de libros pendientes». Durante mucho tiempo, eso ha significado tener el autocontrol de no comprar los libros de 15 en 15. Leía unos 50-70 libros al año, todos físicos y muy pocos prestados. Más recientemente, ha habido cambios muy grandes en mi manera de leer. Para empezar, leo la mitad que antes porque no tengo tanto tiempo libre. También leo mucho prestado y escucho audiolibros.
Este año he adquirido 20 libros de papel. Tres son ensayos sobre desarrollo infantil; cuatro son cómics; dos son infantiles; dos, poesía; tres, ensayo. Los demás son narrativa.
He leído 32 libros, de los que nada menos que catorce, casi la mitad, han sido audiolibros. Los escucho en inglés, con auriculares, camino del trabajo, y mientras limpio la casa. Soy muy conservadora con ellos, porque necesito un lector que me guste mucho para entenderlo bien y no aburrirme. Neil Gaiman tiene prioridad sobre cualquier otra cosa; si hay algo en audio suyo que no haya escuchado, no hay «lista de pendientes» que valga. También me vale en radioteatro, aunque algunas voces puedan ser más difíciles de entender. Este año he escuchado cinco libros suyos, algunos de los cuales aún no tengo en papel. Y de aquí sale uno de mis libros favoritos del año, que es su versión de los mitos nórdicos. El segundo autor importante de mis audios ha sido Arthur Conan Doyle en la versión de Stephen Fry. Fry es un lector excelente al que le gustan los proyectos ambiciosos; ya leyó los siete libros de Harry Potter y aquí no solo lee todo Sherlock Holmes sino que además pone prólogos mezclando comentario a las obras con su experiencia personal como aficionado sherlockiano desde niño.
Sobre los otros audiolibros que he escuchado, The Power tiene una voz por cada punto de vista (tres o cuatro voces en total, es llevadero) y son tan buenas que me gustó más que en papel. Call me by your name… bueno, se lee y se escucha como poesía lírica amorosa. Es mucho de golpe. Casi prefiero la película, o escuchar trocitos sueltos. Y Food era un podcast de antropología e historia de la alimentación, muy entretenido.
Los libros en papel no siguen más lógica que una manía: que cada uno sea lo más distinto posible del anterior. Después de cómic, poesía. Después de una novela ligerita, un ensayo sesudo. Así han caído:
Sólo dos de poesía, Poemanuario, de Loli Molina Muñoz y Nieve antigua de María Sotomayor. A ver si el año que viene leo más libros completos en vez de coger y soltar.
Cuatro cómics, que quitando Sandman tenían en común ser tristones.
Un par de biografías: Fugas de James Rhodes (aún no he leído Instrumental, he empezado por el final) y Léxico familiar, de Natalia Ginzburg, que me aburrió. Lástima.
Casi todo lo demás tenía en común ser narrativa de lectura bastante fácil, con la excepción de Jonathan Strange y Mr Norrell, que aunque fuera una lectura fluida y maravillosa, al ser tan largo a ratos se me atascaba. O simplemente era demasiado grande para llevármelo a la cama o meterlo en el bolso.
No puedo prever si el año que viene leeré más o menos. Todo dependerá de qué tal nos las apañemos con el cuidado del nene, que ya no es un bebé pequeñito.
Un comentario sobre “Lecturas de 2018.”