Las palabras inventadas. Su palabra para pedir que lo cojan en brazos. Tu palabra para las cosquillas.
Que se duerma en menos de una hora desde que entra en la cama.
Despertarte de la siesta y que él siga dormido.
Jugar en el parque hasta que pide volver a casa.
Verlo comer.
Verlo comer sin mancharse, como un niño grande.
Verlo comer con cubiertos.
Estar leyendo un libro sin ilustraciones y que un niño demasiado pequeño para saber leer se asome y te diga muy serio «Son letras».
Que cante. Reconocer en su chapurreo canciones que le has enseñado. Que solo sepa dos palabras y la melodía (wo, wo, wo). La primera letra que se aprende entera. La primera canción que se inventa él.
Ponerte en cuclillas para un abrazo y que te tire al suelo.
Derrumbarte en el sofá cuando se ha dormido o no está en la casa.
Derrumbarte en el sofá y que trepe por encima de ti.
Estar en casa. Oír el tintineo de las llaves. Han llegado. La puerta la ha abierto él, y grita HOLA, MAMÁ. Y corre, corre, corre por el pasillo hasta que parece que te va a abrazar, pero se para y te dice muy serio qué se ha encontrado hoy por ahí fuera.
Según crecen, van cambiando. Ya no huele a bebé, ya no me cabe en brazos ni aplaude cuando está contento. A veces se puede crear una rutina y te acostumbras, otras veces el ritmo de los cambios es acelerado. Me pregunto cuántas maravillas más nos quedan por descubrir.