Los medios de comunicación nos dicen a menudo (por si se nos olvida) que estamos perdiendo capacidad de concentración o de atención, si es que son cosas diferentes. Algunas madres amigas mías, que eran aficionadas a la lectura, no leen como antes por una mezcla de falta de tiempo y de adquirir aficiones que compiten con la lectura de libros. Destaca leer desde el móvil: redes sociales, mensajería instantánea… Desde mi experiencia de haber perdido el hábito lector y haberlo recuperado varias veces en la vida por causas muy diferentes, aquí dejo algunas ideas para ayudar a que vuelva.
En primer lugar, ¿qué es la atención? Voy a parafrasear a Héctor Ruiz Martín, a quien podéis leer aquí. Os lo recomiendo, tiene muchísima información en un formato ameno. Este profesor habla de la «memoria de trabajo», que es «el espacio mental» ocupado en una tarea determinada en un momento determinado. Ahora me estás leyendo, por ejemplo. La memoria de trabajo no es multitarea: si estás, por ejemplo, leyendo y a la vez viendo la televisión, tu atención pasará con una velocidad variable de una cosa a la otra, como haciendo zapping. Podrás hacer las dos tareas mejor o peor, pero nunca tan bien o tan rápido como harías primero una y luego otra. Lo que nos ocurre cuando nos cuesta mucho leer (y estoy simplificando un montón) es que tenemos poco control sobre qué está en la memoria de trabajo. Estamos leyendo y la mente «se nos va». El nombre técnico de la capacidad de no dejarnos distraer, si queréis rebuscar en el twitter de Héctor, es «control inhibitorio».
La excepción a la imposibilidad de trabajar en varias cosas a la vez son las tareas que tenemos muy automatizadas. Puedes hablar, mascar chile y caminar a la vez. En la lectura, hay una parte automatizada, que es el reconocimiento de las letras, el nivel más elemental (y sobre niveles de lectura tengo que hacer otra entrada).
Es decir: tienes automatizado leer y esa capacidad no se pierde, sólo has perdido la costumbre de leer un determinado tipo de texto y de no intentar hacer varias cosas a la vez. En mi experiencia, desarrollamos diversos modos de lectura según la ocasión, que no están basados en la longitud o dificultad del texto tanto como en nuestra intención.
- Buscar información específica. La «lectura en diagonal» buscando un dato. Imagina buscar tu nombre en una lista de premiados.
- Leer de forma rápida y superficial, generalmente por entretenimiento o para conocer el tema general de un texto o colección de textos. En papel, sería la lectura de prensa del corazón, de titulares de prensa, la relectura de una novela ligera. Casi toda la lectura que hacemos online es de este tipo. Cuando leemos estados de facebook, los comentarios a una foto de Instagram, una noticia sobre un tema que ya conocemos… podemos leer mucho tiempo seguido así, y podemos interrumpir en cualquier momento porque el texto es muy fácil o es una colección de textos muy breves.
- Lectura selectiva cuando estudiamos o necesitamos seguir unas instrucciones. Es la técnica que nos hace falta cuando queremos resumir o subrayar, cuando unas partes nos resultan familiares y otras no. También es la que necesitamos cuando somos investigadores (yo lo aprendí con la tesis) y estamos buscando en textos largos información que no es particularmente relevante. Es similar al primer modo, pero en textos complejos en los que nuestra tarea incluye comprender además de seleccionar.
- Leer poesía, sobre todo lírica, tiene su propia técnica porque es una lectura especializada de textos breves.
- Estudiar: una lectura que busca la memorización de textos normalmente largos.
- Leer por placer textos largos. Esta es la madre del cordero: fíjate que el problema no es hacer la misma tarea mucho rato seguido (seguro que puedes pasarte una hora leyendo titulares, tweets, estados de facebook), es que según vas leyendo, no puedas cambiar de tema porque si no, pierdes el hilo. A mí me pasó algo diferente cuando opositaba: perdí el placer de la lectura, porque como todo lo que leía eran temas de oposición (textos escritos por mí, muy cohesionados y de entre 2000 y 3500 palabras), se me fue la capacidad de leer sin concentrarme. Era como olvidarme de cómo se anda sin tacones altos.
Antes leías con una variedad de técnicas y has perdido alguna de ellas. Pero como se fue, puede volver. Y ahora, ya sí, los consejos.
- Busca momentos concretos para leer. No tiene por qué ser todos los días, pero sí que sea en las mismas circunstancias. Ayuda a leer más. Antes de nacer mi hijo, esos momentos eran el desayuno y el verano. Si te acostumbras a leer en un momento donde ahora coges el móvil o lo consideras un tiempo muerto, antes de que te des cuenta te habrás acabado un libro.
- Acostúmbrate a leer en ambientes con distracciones. El móvil o la televisión tienen una influencia demasiado poderosa, pero si tienes muchas obligaciones o un niño pequeño y esperas a disfrutar de un ambiente silencioso y apartado, no empezarás nunca. Puedes leer en el transporte público, en cafeterías, en el parque, en casa mientras el niño juega. Si puedes estar medio pendiente de varias pantallas de navegador a la vez, si puedes mantener a la vez varias conversaciones de Whatsapp, puedes leer mientras otros hacen ruido.
- Cambia de libro tan a menudo como lo necesites. Alterna entre varios y abandona los que no te enganchen.
- Busca lecturas ligeras o que sean naturalmente «fraccionarias». Algunas de las que he probado yo son libros infantiles, cuentos cortos, antologías de ensayo, y cómic. También puede servir la relectura.
- No tengas miedo a leer poesía. Una de sus ventajas es que los textos suelen ser breves.
- Haz listas. Digital o en papel, apunta lo que vas leyendo. A lo mejor es más de lo que piensas.
Lo que a mí me ocurrió es que cuando se me acabó la baja maternal, pensé que podía empezar un libro corto y leer mientras desayunaba, como siempre. Fue imposible y no he vuelto a leer desayunando con la misma regularidad, porque repasaba con el móvil los mensajes que no había contestado el día anterior, o simplemente no me concentraba, el libro no me apetecía. Tarde cuatro meses en leer 150 páginas, porque me atasqué en una escena, un poco porque era tan bello, tan triste, tan poético todo que mi cabecita posparto no se veía capaz de hacerle justicia como lectora. Ahora pienso que podría haber saltado tres páginas o cambiar de libro.
El año siguiente, según Goodreads leí 37 libros. ¿Dónde está el truco? En diversificar. Trece eran audiolibros. De los 24 restantes, ya ves qué cosa, dos al mes, solo ocho eran largos y unificados (novelas, biografía). Los dieciséis restantes, una combinación de infantiles cortos, poesía, cómic, cuento… Yo necesitaba recuperar el hábito, y para mejorar la confianza en que podría hacerlo, quería aumentar la cantidad de libros y leer lo más deprisa posible. En 2019, parecido. 47 libros, solo ocho que respondieran a la idea de «libro» que tienes en la cabeza: un texto ininterrumpido de más de 200 páginas. Este año, quiero aprovechar la necesidad de leer de forma interrumpida para leer el texto fragmentario más largo y más clásico que conozco: la Biblia. Por qué no, es otra mitología más.
Espero que estos consejos te sean útiles. Feliz lectura.