Ni siquiera tenemos una definición satisfactoria de la sororidad, y mira que es fácil, porque esta vez el diccionario de la RAE lo deja muy claro.
1. f. Amistad o afecto entre mujeres.
2. f. Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.
La amistad y el afecto nunca son un imperativo. No se las debes a nadie, ni por ser ambas mujeres, ni tal vez por ser feministas o compañeras en alguna otra causa común. La sororidad no es más que el nombre que damos a la amistad de las mujeres. Nadie se espanta de que tengamos una palabra especial para las nueras, las reinas o la maternidad.
La sororidad debe ser nombrada porque nos dijeron que las mujeres son traicioneras. Porque nos dijeron que un niño malo, pase, pero que una niña mala es retorcida, es insoportable. Que las niñas siempre son peores porque guardan rencor.
La sororidad es quedar a desayunar porque no hay tiempo para más.
Es enviar por correo ropa usada de niño. Paquete internacional si hace falta. Son los wasaps de audio y las llamadas de teléfono a medianoche. Es contar y escuchar cosas sobre sexo, familia y dinero de las que te dijeron que «de eso no se habla».
La sororidad es reconocer un dolor o una felicidad similares a las tuyas en la experiencia de la mujer que creías distinta a ti.
La sororidad es llevar en el bolso pañuelos y compresas que no necesitas en ese momento. Es tener un tubo de crema de manos a compartir entre varias, en el trabajo. Es saludar a mujeres que trabajan en el mismo edificio y saber cómo se llaman sus niños. Es sorprenderte cuando ves la diferencia entre tus conversaciones de café y las de los hombres.
La sororidad es decirle a tu amiga que ese tío es gilipollas. Es decirle a tu amiga que ese familiar cercano, sí, esa madre o ese hermano, son gilipollas. Es saber cuándo «Amiga, date cuenta» es comedia, tragedia o terror.
Os quiero, amigas mías.