Hay dolores específicos a pasar varios días en casa de tus padres.

Duermes de más, o no duermes.
Te tensa la ansiedad de recordar todo lo malo que ocurrió en ese portal.
El colchón es viejo y blando,
o demasiado duro,
del gusto de tu madre (aunque ella no dormirá jamás en esa cama).

En esta ciudad no vas al gimnasio,
no metiste en la maleta tu analgésico favorito.
Y hurgas en el botiquín comprobando,
de paso,
con alivio,
que nadie en la casa se medica con nada nuevo.

Te cruje el cuello, tira la espalda,
sales a pasear
y tu viejo barrio tiene el aire hostil de aquel himno rock sobre la resaca.

Y te prometes que el día 3 harás dieta,

irás al gimnasio,

que la próxima vez traerás tu propia almohada.

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