Una imagen promocional de la segunda temporada.

Los Bridgerton llegaron para revolucionarnos hace cosa de año y medio. Entonces hice en twitter unos hilos, caóticos como cualquier livetweeting, acerca de cuestiones que me parecían correctas o anacrónicas en su ambientación. Si te apetece ver la serie, por primera vez o revisionando, en este post hablaré de los aciertos de la primera temporada, con algunas notas de «esto necesita un post más largo», y en otro post, de los errores por anacronismo.

En primer lugar, los peinados. Detalle sencillo y perfecto: las niñas que no están en el mercado matrimonial, pelo suelto. Chicas casaderas (el término era «to be out»), pelo recogido. Y nadie, sobre todo las casaderas, nadie sale de casa con la cabeza descubierta. Era como salir desnuda. Es muy apropiado que en la cabeza siempre llevan algo, aunque no sea un sombrero. Sobre todo en las fiestas, es un tocado, un lazo, flores, una pluma. Algo, cualquier cosa está bien. En el cuarto episodio, Daphne sale de casa precipitadamente a un asunto de vida o muerte: lleva el pelo suelto pero se pone una capa de montar y lleva caperuza, con lo cual salva la situación. Me pareció un detalle genial, porque la melena al viento queda muy drámática pero a una chica bien educada ni se le habría ocurrido salir con la cabeza al aire.

Más sobre la ambientación: durante algo más de un siglo, estuvo de moda que los criados usaran como uniformes trajes de época. Los hombres solamente, las mujeres no tanto, porque la moda femenina del siglo XVIII era demasiado aparatosa como para trabajar con ella.

La serie está llena de visitas. En dos brochazos: sí era de buena educación visitar a alguien sin avisar, porque nadie abría la puerta. Si no querían recibirte, el mayordomo o la criada decían que no estabas (no «que no estabas disponible»: que no estabas en la casa, aunque fuera mentira). Esto no se consideraba de mala educación: en un mundo sin teléfonos, presentarte en casa de la gente era más práctico que mandar una nota y esperar a la respuesta.

Una visita improvisada no debía durar más de 15 minutos y obedecía a tantas causas como las razones por las que hoy enviarían un mensaje de texto, o casi: dar la bienvenida al barrio, agradecer una visita previa, saludar a alguien que hace tiempo que no ves, visitar enfermos o convalecientes, invitaciones a comer o a fiestas. Eran el «hola, ¿qué tal estás?» básico. Los hombres pueden visitar a todo el mundo, las mujeres se visitan entre ellas. No se espera que te pongan nada de comer; no visitas sin invitación a las horas de comer.

También aparecen muchos bailes. El primero muestra la relación tensa entre Daphne y su hermano mayor porque él quiere «pasearla» sin que baile con nadie. Esto da a la serie tensión dramática pero no tiene mucho sentido. A un baile se va A BAILAR, no solo a que te presenten a chicos. En Orgullo y Prejuicio se deja muy claro que es de malísima educación que los hombres se queden a lo suyo si hay chicas sentadas. Si eres la niña bonita del puebl, como aquí Daphne, y todo el mundo está deseando verte, pero tú te vas de la fiesta sin bailar con un solo muchacho, van a pensar que eres muy torpe, muy tímida, o una creída. Todo sea por la tensión sexual con el Duque, pero no.

Hablando de tensión sexual: qué pasa cuando hombres y mujeres se juegan su reputación. es un poco pronto para que las mujeres se jueguen la vida entera a la virginidad y la pureza. El caso de la chica embarazada casada a toda prisa con su novio era posible. 1800 era menos reprimido y mojigato que, por ejemplo, 1850. Aparte, la frontera entre compromiso y matrimonio era aún difuso y en una sociedad fuertemente interrelacionada y no muy grande, los hombres podían ejercer mucha presión sobre quienes «se aprovecharan», sobre todo con falsas promesas, de sus hijas o hermanas. Algo como estar a solas con un hombre podía verse como una espontaneidad excesiva, una falta de autocontrol y protocolo, pero no como algo que pusiera en juego la posibilidad de casarse de nadie. Sí está muy lograda en la serie la idea de que el hombre que hace algo imperdonable, como por ejemplo dejar embarazada a una mujer con la que no quiere o no puede casarse, puede resolverlo pagando. Es más fácil pagar a una criada para que se lleve el bebé al campo que mantener a una amante, claro. El único límite absoluto a todo esto es que no existe el divorcio, las parejas separadas son algo escandaloso y las madres solteras no existen para la buena sociedad… pero no era imposible, para una familia «bien», mandar a su hija al campo a curarse de una misteriosa enfermedad y volver en un añito. Algo así pasa en Bleak House, de Dickens. Mientras se mantenga secreto, todo bien.

Sobre la situación legal y económica del matrimonio: en el derecho inglés, las mujeres casadas no tenían nada. No tenían derecho a absolutamente nada. Desaparecían como personas legales. Su marido solo tenía la obligación de que ellas no supusieran una carga para las instituciones de caridad. Es decir: una mujer casada necesitaba el permiso del marido para cualquier uso de sus bienes, todo le pertenecía a él hasta la última horquilla, incluidos los bienes de antes de casarse y los que heredase, etc. Necesitaban permiso para trabajar también. Eso es: permiso para trabajar en algo cuyos ingresos pertenecían legalmente al marido. El debate social acerca de esta injusticia no estaba basado en los derechos de la mujer, sino en cómo tener la sociedad más patriarcal posible en la que las mujeres ricas (o no muy pobres, porque estamos hablando siempre de dinero) sobrevivieran a tener malos maridos. ¿Cuál es la medida más conservadora posible? El divorcio por lista cerrada de causas, claro. En UK tienen ley del divorcio desde 1857, pero Inglaterra aún no tiene divorcio por mutuo acuerdo. Por otro lado, las mujeres casadas no tuvieron acceso a propiedad privada hasta 1870. En las novelas y películas que has visto, la dote no es para ellas, es legalmente para el marido. Es una manera de decir «Muchacho, dado que en teoría la niña nunca va a ganar dinero, toma, algo para que tú también saques beneficio de esta unión». Luego las mujeres tenían el uso de ese dinero, a lo mejor, porque sus maridos eran así de generosos. Pero no siempre lo eran.

Para dar independencia a las mujeres, había una trampita que usaba parte de la gente muy rica: se podía hacer lo que en términos modernos sería una especie de empresa fantasma. El tutor legal de la mujer va a un abogado y crea una ficción jurídica que es un dinero solo para ella. Esto se explica en gran detalle en «The Woman in White» de Wilkie Collins, una novela apasionante que os recomiendo muchísimo. Lo relevante aquí es que cuando en Los Bridgerton el prometido le dice a su futuro cuñado «Me niego a aceptar una dote, es una costumbre denigrante. Pon los dineros a nombre de ella, y a mí me dejas al margen» está haciendo algo históricamente correcto aunque muy generoso que es simplemente crear un «settlement» a nombre de la prometida con todo el dinero que constituye su dote.

Más detalles legales sobre bodas: la pareja que pide permiso para casarse, porfa, porfa, por favor déjanos casarnos, no necesita realmente tal permiso. Lo que pasa es que quieren librarse de la tediosa espera legal. Tradicionalmente, los procesos en los que es obligatorio dejar tiempos de espera son para evitar coacciones, aunque aquí se hacía también para garantizar la validez de la unión. En misa, las amonestaciones consistían en pasar semanas y semanas diciendo como un pregón «en unas semanas se van a casar Mr Jones y Miss Smith, ¿tenéis algún problema?». Había dos maneras de evitar esto: pagar para que te dieran un permiso especial, algo que mucha gente hacía solo para demostrar que tenían pasta, o coger el caminito y largarse a Escocia, donde había una capilla en el pueblo fronterizo de Gretna Green y te casaban Elvis y Marilyn como en Las Vegas.

Así que, resumiendo, tanto la serie como los libros de los que parte son un prodigio de documentación muy seria. La semana que viene, vemos los momentos en los que esa documentación patinó un poco, aunque fuera solo porque algo iba a quedar mejor en pantalla mostrado de otra manera.

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